Orson, mago de primera.

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sábado, 24 de julio de 2021

El lazo conyugal.

William Inge, el autor de Esplendor en la hierba, firma Come Back, Little Sheba (Vuelve, pequeña Sheba), un drama de una pareja madura, estrenado en Broadway en 1950, y por cuya representación la actriz Shirley Booth recibió un Premio Tony. Booth era una intérprete de teatro, que vio su oportunidad de debutar en la gran pantalla precisamente gracias a la adaptación cinematográfica de esa obra, debida al director Daniel Mann y a Ketti Frings, como autora del guion. Come Back, Little Sheba se estrenó en Nueva York el 23 de diciembre de 1952, y en Los Ángeles dos días después. Al resto de Estados Unidos llegó en febrero de 1953. La película permaneció inédita en las carteleras españolas, aunque sí vio la luz en México y Argentina, al poco de su estreno original. En España la película se dio a conocer en un pase televisivo, el 27 de febrero de 1975.

Shirley Booth y Burt Lancaster,
en Come Back, Little Sheba.

Por este filme, Shirley Booth ganó el Oscar de 1952 a la mejor actriz, y el Globo de Oro. Un año más tarde, obtuvo el galardón a la mejor interpretación femenina en Cannes, donde la cinta fue reconocida también como mejor drama.

Los Delaney –Doc y Lola—son una pareja otoñal que no tiene hijos y cuya perra, Sheba, ha desaparecido. Lola está muy encariñada con ella, porque le hacía buena compañía. Doc (Burt Lancaster) es quiropráctico y tiene un problema de alcoholismo. Un día se presenta en su casa una muchacha, Marie Buckholder (Terry Moore), alumna de Bellas Artes, que quiere alquilarles un cuarto del piso bajo, con mucha luz, para utilizarlo también como incipiente estudio de pintura. Doc se muestra, en principio, reticente, pero acaba cediendo ante la ilusión de su mujer por tener a alguien más en la casa. Lo que no prevé es que, poco a poco, irá sintiendo algo especial hacia Marie: primero, un sentimiento paternalista, y luego una atracción física, amorosa. El hecho de que Marie traiga a algún compañero a su habitación, para retratarlo y tontear con él, desquicia el escaso temple de Doc, quien muestra sus celos y vuelve a beber, ausentándose del hogar. Cuando regresa, muy ebrio, la emprende con Lola, a quien amenaza con un cuchillo (una muy cruda escena, que hoy aquí sería calificada como violencia de género). La llegada de unos compañeros del hospital coincide con el desmayo de Doc, que es internado. Mientras se restablece en la clínica, Marie se marcha y se casa con su prometido. Al retornar a casa, Doc se disculpa con Lola y le ruega que nunca lo abandone. Ambos se abrazan, y se dan cuenta de que solo se tienen el uno al otro.

El argumento evidencia la crisis de un matrimonio que ha superado la cincuentena, y que no vive felizmente. Por lo menos, Doc Delaney, un hombre introvertido y silencioso que acude a las sesiones de Alcohólicos Anónimos, que guarda una botella de whisky sin abrir en un armario de la cocina, y que parece haber perdido el interés por su esposa. Lola, por el contrario, es una mujer alegre y jovial, amante de la música y el baile (constantemente necesita y agradece escuchar melodías en la radio). Es la que lleva el hogar, hecho que se manifiesta en la primera escena, cuando baja las escaleras y da cuerda al reloj de pared. Le gusta hablar con las vecinas, es extrovertida, y añora a su perrita extraviada. 

Doc se casó muy enamorado de Lola, a quien en tiempos idolatraba. Pero los años no pasan en balde, y la intromisión de una jovencita atractiva le hace ver que Lola ya es una flor marchita. Por momentos ansía poseer lo que no tiene: un cuerpo joven junto al suyo maduro. Entonces, comienza a despreciar a Lola y a recaer en el vicio destructivo de la bebida. Lola, sin embargo, ama a Doc, a quien llama cariñosamente “papá”. De hecho, su relación con su progenitor real le costó ser expulsada de su familia, y que no exista ya para su padre. Su madre la ha visitado en fugaces escapadas, pero su padre no desea volver a verla. Lola está volcada en Doc, porque lo respeta y es lo único con que cuenta en el mundo.

Los Delaney son un matrimonio de clase media-baja. Ni Doc tiene dinero, ni lo gana con facilidad, ni ha obtenido ninguna dote por Lola. Son dos personas del común. Y es aquí donde conviene introducir la explicación sugerida por Simone de Beauvoir en El segundo sexo, porque viene muy a propósito de cómo los humildes solventan sus diferencias: 

“Cuanto más poderoso social y económicamente se siente el hombre, con mayor autoridad desempeña el papel del pater familias. Una pobreza común, por el contrario, hace del lazo conyugal un lazo recíproco. (…) El paso de la familia patriarcal a una familia auténticamente conyugal, se realiza de preferencia a partir del vasallaje feudal. El siervo y su esposa no poseían nada, pues solo tenían el goce común de su casa, de los muebles y utensilios: el hombre no tenía entonces razón alguna para querer hacerse amo de la mujer, que nada tenía; en desquite, los vínculos de trabajo e intereses que les unían elevaban a la esposa al rango de una compañera. Cuando la servidumbre es abolida, permanece la pobreza; en las pequeñas comunidades rurales y entre los artesanos es donde se ve vivir a los esposos en un pie de igualdad; la mujer no es una cosa, ni una sirvienta; esos son lujos de hombre rico; el pobre siente la reciprocidad del lazo que le une a su cónyuge en el trabajo libre, la mujer conquista una autonomía concreta, porque encuentra un papel económico y social”.

“Más quiero yo a Peribáñez, con su capa la pardilla, que no a vos, Comendador, con la vuesa guarnecida”, que diría Lope. Salvando las evidentes distancias, Doc Delaney es un artesano del cuerpo: ajusta en él lo que está mal o descompensado. Su mujer no se emplea fuera del hogar, y se esfuerza por tenerlo acogedor. Doc, además, necesita apoyarse en Lola por la dependencia hacia el alcohol. Lola lo acompaña a algunas sesiones de Alcohólicos Anónimos. Ambos son maduros y entran en su otoño de forma más o menos resignada. Lola consiguió junto a su marido la estabilidad que no tuvo con su familia. Los dos se hacen buena compañía. Están instalados en una rutina cordial que únicamente la llegada de la joven Marie viene a turbar. 

Shirley Booth brilló en este papel de Lola Delaney, y el resto de su carrera fílmica fue discreta. Burt Lancaster cumple en su caracterización de Doc Delaney, aunque no es de sus mejores intervenciones. El actor neoyorquino contaba con treinta y ocho años entonces, y se suponía que era un hombre otoñal. La película incorpora, también, a un secundario notable, un primerizo Richard Jaeckel, quien da vida a Turk Fisher.

Richard Jaeckel y Terry Moore,
en Come Back, Little Sheba.

Inge vuelve a poner de manifiesto las lacras e imperfecciones en el seno de la familia norteamericana de la posguerra, lo mismo que hiciera en sus dramas desgarradores el gran Tennessee Williams. 

© Antonio Ángel Usábel, julio de 2021.


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