Abe The Ape es el seudónimo artístico de Abraham Menéndez (Gijón, 1977), un ilustrador y escritor asturiano, que ha alumbrado, en febrero de 2021, Alfred Hitchcock: El enemigo de las rubias (Lunwerg Editores). El volumen, cuidadosamente editado, es un homenaje al arte cinematográfico de Alfred Hitchcock, con sus luces y sombras, pues, no en vano, a veces al Diablo se le llama Luzbel, o Lucifer, el “portador de luz”. Una pantalla de cine reflecta la luz de un proyector, donde se conjura un aquelarre de imágenes que, durante un tiempo, engaña y entretiene a un público. El cometido que se propuso el director británico fue no solo distraer, sino, sobre todo, cautivar a los espectadores, de modo que se sintieran plenamente identificados con lo que les ocurre en la historia a los protagonistas. El “suspense” consiste en mantener en vilo, en seguir con emoción máxima lo que sucede. En las películas de Hitchcock el público puede tener la misma información que sus héroes o heroínas, situándose como si vivieran exactamente lo que ellos y ellas viven, o incluso más detalles, y entonces parece que aquel puede adelantarse a los próximos acontecimientos, deseando avisar a los personajes sobre lo que va a ocurrir.
Hitchcock está hoy calificado como una personalidad compleja y polémica: que si acosaba a sus actrices, que si trataba como “ganado” a sus actores, que si sometía a sus protagonistas a muy duras sesiones de rodaje, donde a menudo preparaba bromas crueles… Pero Hitchcock se sabía un genio, un realizador manierista que había creado un estilo propio de filmar, y eso era lo único que importaba para él. Desde 1926, al menos, sus películas llevaban “el sello Hitchcock”, su impronta personal que las caracteriza: el inocente perseguido, el ritmo trepidante, la notoriedad de ciertos fetiches, sus cameos en escena… Su esposa, Alma Reville, –de la que a menudo se dice que fue relegada voluntariamente a un segundo plano por un marido ególatra—recibió un día directamente las quejas de acoso de Tippi Hedren –creación para el Cine de Hitchcock--: “Alma era un enigma para todos. Nadie entendía su relación. Una vez vino al rodaje y me dijo que sentía que tuviese que pasar por todo lo que estaba pasando, yo la miré y le dije que ella podría pararlo. Simplemente me miró, me cogió la mano, sonrió y se fue” (v. pp. 92-93).
Es seguro que Hitchcock se excedió, y que sus planteamientos y acciones en el plató hubieran sido reprobados y hasta penados hoy en día. Se obsesionó con varias actrices, cuyo distanciamiento de él consideró como una afrenta personal: Ingrid Bergman al partir a Europa con Rossellini, Grace Kelly al convertirse en princesa de Mónaco, Vera Miles al quedar encinta y no poder asumir un papel, Kim Novak al no repetir después de Vértigo. Con Tippi Hedren fue especialmente brutal: hundió su carrera, interfiriendo en nuevos proyectos, si bien ella no era una intérprete especialmente talentosa y que, posiblemente, hubiera quedado encasillada en producciones de serie B relacionadas con el misterio o el terror. El celoso director la mantuvo en nómina tres años, sin hacer nada. Cuando François Truffaut la reclamó para su excepcional Fahrenheit 451, Hitchcock se negó a cederla (v. p. 82). En única defensa del director, se podría decir que convirtió a Tippi en un icono de la cultura popular, la protagonista de Los pájaros (1963), ese increíble alarde de técnica cinematográfica que se adelanta cincuenta años a su tiempo y ofrece un despliegue de efectos visuales espectaculares, nunca antes vistos en Cine.
El libro de Abe The Ape reconoce la monstruosidad del monstruo, pero, a la vez, se rinde al inmenso talento y a la creación de un código visual propio de Sir Alfred. Nunca Grace Kelly apareció más bella y mejor vestida (por la grandiosa Edith Head) que en La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón. ¡Cómo envidiamos a James Stewart y a Cary Grant! Hitchcock cuidaba lo visual al milímetro: el cromatismo de los decorados y de los trajes, su interpretación por el espectador, su estilo elegante, clásico e innovador a partes iguales. Hermosísima también Ingrid Bergman en Encadenados, profundamente sensual en sus escenas con Cary Grant. Sin duda alguna, con Hitchcock hay un antes y un después en la exaltación del heroísmo y de la incitación femenina.
Aunque su fuente informativa principal sea el maravilloso El cine según Hitchcock, de Truffaut, el libro de Abe The Ape no es un volumen ni mucho menos redundante o “prescindible”, sino una joyita que debe estar presente en el anaquel de todo buen aficionado al Cine, y, desde luego, un regalo oportuno y magnífico para quien lo quiera dar a descubrir. Desgrana simpáticas anécdotas de algunos rodajes, como la que se produjo con Tallulah Bankhead en el escenario de Náufragos. La actriz gustaba de no llevar ropa interior, y el personal se quejó por el atrevimiento al director. Entonces, Hitchcock respondió, parsimonioso: “¿Y a quién aviso, al departamento de vestuario, o al de peluquería?” A buen entendedor…
Las ilustraciones creadas por Abe The Ape –en modo cómic, y en color-- son una recreación de todo el universo Hitchcock: sus protagonistas femeninas en poses reconocibles, instantáneas libremente esbozadas de varias secuencias emblemáticas, caricaturas de los colaboradores principales en sus películas. Un libro de fácil lectura, para recrear –y volver a saborear—en pocas horas lo mejor de Sir Alfred, Diablo y Genio del Arte llamado Cine.
© Antonio Ángel Usábel, julio de 2025.