Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

domingo, 18 de julio de 2021

El diseño, la calentura.

William Motter Inge (1913-1973) fue un dramaturgo estadounidense de éxito en la década de los cincuenta del pasado siglo. A él se debe, por ejemplo, Picnic, llevada al cine por Joshua Logan, con Kim Novak y William Holden, en 1955, y Premio Pulitzer en 1953. O Bus Stop (1956), del mismo Logan, con Marilyn Monroe y Don Murray. Inge fue un alcohólico depresivo, profesor universitario de Literatura, admirador de Tennessee Williams, y que se acabaría suicidando con monóxido de carbono tras el fracaso de sus dos últimos dramas.

En 1960, escribió su primer guion original para el cine, que le valdría el Oscar: Esplendor en la hierba (Splendor in the Grass). Fue filmado bajo el sello Warner por Elia Kazan en Nueva York y estrenado el filme el 10 de octubre de 1961. Le supuso el Globo de Oro a Warren Beatty como mejor actor revelación, y una nominación al Oscar a la protagonista, Natalie Wood

Inge aparece como personaje secundario, el reverendo Whitman, un muy discreto papel.

La acción arranca en 1928, en una modesta ciudad de Kansas. Dos estudiantes de Secundaria, Bud Stamper y Dennie Loomis se quieren y tontean en el coche de él. Bud es hijo de un nuevo potentado, Ace (maravilloso y único Pat Hingle), un granjero que se ha enriquecido con un pozo de petróleo. La familia de Dennie es modesta, pero muy puritana, sobre todo la madre, que interpreta Audrey Christie. Esta mujer interroga a su hija cada que vuelve de estar con su novio: “—Dime, Dennie, ¿has ido demasiado lejos? ¿No habrás ido demasiado lejos? ¿No tendrás motivos para avergonzarte, verdad?” La vigilancia sexual es exasperante y convierten a Dennie en una “nice girl”, una chica casta y pura. Una buena muchacha, cuya vida sin mancha contrasta con la alocada y libertina de Ginny, la desvergonzada hermana de Bud. Pero Dennie afronta el paso a la madurez, evidenciado en el acto rebelde de arrojar desde la cama su viejo peluche al suelo. Además, reverencia a Bud Stamper; lo tiene entronizado, y ha construido un altar en su dormitorio con sus mejores fotografías.

Por su parte, Ace, el engreído padre de Bud, es igualmente controlador con él. Desea que sea el primero, que destaque en todo, y que haga su licenciatura en Yale. Bud no desea ir a la universidad, sino hacerse granjero, como lo fue antes su padre. Además, ir a estudiar fuera le apartaría de Dennie por varios años. Él también ha madurado, y experimenta los picores hormonales propios de la juventud. Se encuentra en un dilema: ser fiel a Dennie, o satisfacerse sexualmente con chicas más fáciles y no tan recatadas. Ace le promete que, si va a Yale y se gradúa, le pagará un viaje de recién casado a Europa con Dennie. Pero Bud no quiere esperar tanto. Prefiere permanecer en la ciudad, trabajar la vieja granja de su padre, y pedir en matrimonio a Dennie. 

Bud es muy atractivo, y despierta el interés de otras compañeras de instituto, como Juanita Howard (Jan Norris). Dennie, entonces, se siente desplazada y decide cambiar de imagen: se corta ella misma el pelo y se viste con un estilo más seductor. El cambio, sin embargo, la desvirtúa a la vista de los demás y no funciona. Tontea con otro muchacho, pero ama profundamente a Bud. 

Bud claudica a las exigencias de su mentor y marcha a Yale. Dennie se sume en una profunda depresión autodestructiva e intenta suicidarse arrojándose a unos rápidos, de donde es rescatada. Su familia la interna en un psiquiátrico, donde hace una buena amistad con un joven que estudia Medicina. Mientras tanto, Bud conoce en Yale a una chica italiana, que sirve en el comedor. 

Llega pronto el fatídico año 29: el desplome de la Bolsa de Nueva York, que arrastra a los mercados de medio mundo. Ace quiere convidar a Bud a que se complazca con una bailarina que se parece mucho a Dennie. “—Tómala, hijo, el mundo es tuyo. Haz con ella lo que quieras”. Es su última bravata antes de suicidarse, tirándose por una ventana del hotel.

Pasa el tiempo. Dennie es dada de alta y regresa a su ciudad, junto a sus padres, con quienes mantiene una relación de amor-odio. Quiere saber qué ha sido de Bud, y comprobar si continúa sintiendo algo profundo e íntimo hacia él. Sus amigas la llevan a la granja de los Stamper, donde está Bud, no solo, sino felizmente casado con Angelina (Zohra Lampert), la camarera angloitaliana de Yale. Bud presenta a Dennie a su mujer. Ella espera su segundo hijo. Dennie y Bud se separan amistosamente, y es de suponer que Dennie vaya ahora al encuentro de su amigo médico. Fin de la historia.

Evidentemente, el mensaje del excelente guion de Inge es que la vida de los demás no se puede diseñar. Cada uno ha de ser libre de escoger su camino, bien sea en los estudios, o en la vida sentimental. Tanto la señora Loomis como el señor Stamper se equivocan de medio a medio y seguramente estropean las vidas de sus respectivos hijos. Si Dennie no hubiera sido dichosa junto a Bud, es algo que no lo podemos saber, porque no sucedió. Si Bud no hubiese ido a Yale, y se hubiera quedado en la ciudad, acaso tampoco habría hecho feliz a su novia. Inge defiende el derecho de todo el mundo a acertar o a equivocarse, sin interferencias de padres, hermanos o demás familia.

Tal vez yerra fatídicamente, y por sí misma, el personaje de la mordaz y desinhibida Ginny, la hermana de Bud, de quien se dice que murió en un accidente de coche. ¿Justicia poética por su despendolada peripecia? 

Otra gran cinta muy posterior, El Club de los Poetas Muertos (Peter Weir, 1989), con guion de Tom Schulman, incide también en el tema del conflicto de deseos entre padres e hijos. El señor Perry es un metódico del orden y de la autodisciplina, como demuestra el detalle de alinear perfectamente sus zapatillas junto al lecho. Considera una nimiedad el desaliento de su hijo Neil ante la imposición de estudiar una sólida carrera universitaria en vez de arte dramático, que sería una estúpida idea metida en su cabeza por el irresponsable profesor de Literatura, el señor Keating. El resultado es que, una noche, el muchacho se suicida. Ahí termina todo el orden, el meticuloso orgullo, el diseño arquitectónico de un proyecto de vida. Ha ganado en aquella casa el principio de autoridad, pero se ha perdido, para siempre, un hijo.

Esplendor en la hierba es una magnífica disección del amor en la adolescencia, y una fiel radiografía de muchos padres que llevan la sobreprotección demasiado lejos, y con ello impiden madurar a sus hijos. La dirección de Kazan es firme, potente. La interpretación de Natalie Wood, magnífica, natural y a la vez entregada; quizá la más consistente de su carrera. 


El título de este drama, que tiene de todo menos un verdadero amanecer sexual sobre el césped, proviene de un poema del romántico inglés William Wordsworth (1770-1850), que nosotros traducimos del siguiente modo:



© Antonio Ángel Usábel, julio de 2021.

2 comentarios:

  1. Interesante análisis de la película, una de esas que dejan al espectador un sabor amargo.

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  2. Muchas gracias, Antonio, por tu lectura y tu valoración. Celebro que te haya gustado. Un muy grato saludo, Antonio Ángel Usábel.

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