Orson, mago de primera.

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sábado, 5 de enero de 2013

La mar y lo real maravilloso

Voy a recomendaros una película que lleva varias semanas en cartel, de aventuras a la antigua usanza para toda la familia (a partir de siete años): La vida de Pi (Ang Lee, EE.UU., 2012). Es la historia de un muchacho adolescente que tiene que sobrevivir en un bote y una balsa a la deriva en compañía de un tigre. Un guiño a El libro de la selva (Zoltan Korda, 1942), con Sabú, y un verdadero manual de lucha para sobreponerse a cualquier adversidad: la muerte de toda la familia, el castigo del sol y del salitre, la superioridad del hombre sobre la bestia. Centrada, como Náufragos (Lifeboat, 1944) de Hitchcock, en un reducidísimo espacio en alta mar, la película de Lee es de una belleza sorprendente y a la vez cautivadora.
Pi, para evitar ser devorado por el tigre, que formaba parte del zoo de su padre, se construye una balsa que amarra a la barca salvavidas donde anida el feroz animal. Debe conseguir alimentar al tigre con atunes y todo tipo de peces, para evitar que se le eche encima y lo devore a él. Un juego de suspense magníficamente planificado y fotografiado, con espectaculares escenas de conatos de defensa y ataque, y con la impronta de una fábula moral impregnada de lo real maravilloso: el majestuoso porte de los tiburones ballena, los bancos de peces y de medusas fosforescentes, la nube de peces voladores, la isla de helechos ácidos.  Más de doscientos veinte días en el océano, en una ardorosa gesta inspirada por clásicos como las narraciones de Salgari, El viejo y el mar, de Hemingway, y Relato de un náufrago, de García Márquez.  Cine verdaderamente añorado y agradecido.
Una película con fondo neoexistencialista: nada en la vida queda. Todo muda. Día tras día se queman etapas, y ninguna de ellas vuelve. Cualquier cosa es relativa: el primer amor, las amistades, el presente y los planes de futuro. Cuando venimos al mundo, estamos solos. A solas con nosotros mismos, con nuestro aprendizaje y nuestra valoración de la realidad. Debemos aceptar este hecho para no hundirnos ni sucumbir. Quizá, allá arriba, Dios cuida de nosotros, pero no lo vemos, y nada puede hacer si no nos preocupamos por nuestra supervivencia y bienestar.
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El largometraje de Ang Lee adapta una novela del autor canadiense Yann Martel, publicada en septiembre de 2001. A su vez, Martel tomó ideas de la novela corta Max y los gatos (1981), del brasileño Ian Moacyr Scliar, historia de un judeo-alemán que se aventura en el océano en compañía de un jaguar. El guion de la película es obra de David Magee.


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