Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

martes, 31 de diciembre de 2019

Hombres de honor.

Así es como se tienen a sí mismos los miembros de Cosa Nostra, la mafia siciliana. Un hombre de honor hace un pacto de silencio (omertà) manchando con su propia sangre la imagen de un santo, que queman en su presencia. El hombre de honor no puede abandonar nunca su pertenencia a la organización. El hombre de honor tiene el deber de ejecutar al menos a una persona por mandato. Romper la omertà es traicionar a la familia, y se paga con la muerte.
En la década de 1980, en Sicilia, se produjo una guerra entre los clanes corleonés y palermitano por el control del tráfico de heroína y su exportación de Italia a otros países, como Estados Unidos. Los corleoneses, comandados por el cruel Salvatore «Totò» Riina, compraron la ayuda de algunos miembros de Palermo y emprendieron una refriega sangrienta para eliminar a sus rivales. Algunos palermitanos cayeron; otros salvaron su vida escapando al extranjero, como fue el caso de Tommaso Buscetta. Refugiado en Brasil, se agenció una identidad falsa y se casó de nuevo, con Maria Cristina, una hermosa mujer casi veinte años más joven que él. Buscetta dejó en Sicilia dos hijos crecidos, los cuales fueron secuestrados por la mafia, torturados, asesinados y disueltos en ácido. Otro hermano de Buscetta también murió asesinado, así como otros familiares cercanos. La hermana de Buscetta renegó de él por no encarar su destino y provocar con su huida la venganza contra inocentes.
Es justamente el hecho de haber matado a personas no vinculadas a la mafia lo que llevó a Tommaso Buscetta a romper la ley del silencio y colaborar con la justicia italiana, sin llegar a reconocerse nunca como un «arrepentido». El viejo código de Cosa Nostra establece que no se puede ir contra inocentes. Si se reprocha algo a un miembro, es ese quien debe pagar o responder por ello, y no su familia ni amigos. Estaba claro que los corleoneses habían roto el viejo código, actuando indiscriminadamente contra gente que no era culpable.

El encuentro entre Buscetta y el juez Giovanni Falcone, un hombre íntegro, comprometido con llegar hasta el final en su lucha contra el crimen organizado, fue decisivo. Falcone conocía bien los ambientes sicilianos, la jerga de allí, los usos de la calle, y se logró así pronto la confianza (y hasta el respeto) de Buscetta. Sus pormenorizadas declaraciones en privado al juez permitieron celebrar en 1986 el macrojuicio de 475 acusados de pertenecer a la organización. Buscetta y su familia brasileña hubieron de ser escondidos por la DEA en Estados Unidos, bajo sucesivas identidades supuestas y no permaneciendo más de tres años seguidos en un mismo lugar. Tommaso sorprendió a sus antiguos camaradas presentándose en el juicio y encarándose con ellos. Decía no comparecer ni como traidor ni como arrepentido; solo se sentía como un hombre de honor desenmascarando a quienes habían faltado verdaderamente al espíritu de Cosa Nostra.
Lo cierto es que Tommaso Buscetta no tuvo una verdadera vida de ciudadano libre y honrado después del proceso. En Estados Unidos, no podía salir a la calle sin miedo, y constantemente estaba protegido por agentes secretos. Hubo de cambiar su aspecto y salir armado, por temor a una represalia en cualquier momento.  Cuando se detuvo a Salvatore Riina, tuvo que declarar contra él. Con particular gran placer, pues era quien había decretado los asesinatos de varios familiares suyos, incluidos sus propios hijos.

Tommaso Buscetta murió de cáncer, en Florida, el 02 de abril de 2000, a la edad de 71 años.

Su vida aparece recogida en el documental de 2019 Nuestro padrino (Our Godfather), de Mark Franchetti y Andrew Meier, también productores, que cuenta con los valiosos testimonios directos de la viuda e hijos del biografiado. Películas y vídeos caseros nos acercan a la realidad íntima de este personaje, bien parecido; aparentemente un ser normal y de aspecto, en principio, inofensivo.

Ahora un largometraje italiano firmado por el veterano realizador Marco Bellocchio, El traidor (2019), repasa sus andanzas como mafioso y colaborador de la justicia.
El traidor es una cinta briosa, una de las mejores y más auténticas aproximaciones al mundo de la mafia. La primigenia y original Cosa Nostra siciliana.  Peca de biopic al idealizar al protagonista y mostrar solo su lado más «humano», enseñándonos las luces y no las sombras del confidente. Parece un Robin Hood en su defensa del espíritu primigenio de la mafia; como si el crimen no entrara en ese plan. Bien es verdad que, merced a sus valientes y valiosas confidencias, se pudieron desarticular sustanciales clanes sicilianos, tanto de Palermo como de Corleone. Pero dudamos de que la mafia tuviera alguna vez nobles intenciones, y no las consabidas de ganar dinero mediante la extorsión y todo lo ilícito. Pudo ayudar a gente humilde, pero lucrándose en sus operaciones y enriqueciéndose con ellas. Los «dones» eran los herederos de los «condotieros», los generales mercenarios que alquilaban sus servicios guerreros a las ciudades-estado italianas. Su nombre deriva de «condotta», el contrato que los ligaba a su protegido. Pero, en ocasiones, eran los condotieros quienes mandaban sobre el contratante, quien quedaba a su merced. Estos generales de milicias mercenarias solían exigir importantes sumas de dinero a cambio de protección. Su época dorada fueron los siglos XIV y XV. Es sabido que los capos de Cosa Nostra «ayudan» a los políticos para recordarles después que deben devolver el favor.  Los políticos, ya en la cúspide de su carrera, suelen cumplir.
Las interpretaciones de El traidor son potentes y naturales, consiguiéndose de entrada un gran parecido físico entre los personajes reales y los actores que les dan vida. Destaca quien lleva el peso de la acción, Pierfrancesco Favino (Tommaso Buscetta), excelente y plenamente eficaz en su composición. Lo secunda el veterano Luigi Lo Cascio (Contorno), a quien descubrimos en La mejor juventud (2003). Fausto Russo Alesi construye un adecuado juez Falcone. Fabrizio Ferracane es un genuino Pippo Calò y Nicola Cali es clavado a Riina. El lado femenino se lo lleva íntegramente Maria Fernanda Cândido, en el rol de Cristina, la esposa de Buscetta. La narración posee buen ritmo y la ambientación y localizaciones son apropiadas y ajustadas a lo que se quiere transmitir.

El traidor es un largometraje muy logrado, de violencia contenida, ágil, cautivador en sus diálogos, digno de recordarse como de los que más fielmente reconstruyen y retratan desde sus profundidades el mundo de la mafia italiana.

© Antonio Ángel Usábel, diciembre de 2019.

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