Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Estrenos otoño / invierno de 2019.

A partir de septiembre de 2019 se han sucedido los estrenos cinematográficos de interés. Vamos a comentar algunos, los que nos parecen más relevantes.
Joker (Todd Phillips, 2019), Ad Astra (James Gray, 2019) y El crack cero (José Luis Garci, 2019) tienen en común protagonistas asomados a un abismo de pérdida de identidad por un proyecto de vida truncado. La primera es la historia de un desequilibrado que vive con su madre, que depende de los tranquilizantes que le proporciona una asistente social, y que es vapuleado por una sociedad donde no encuentra ni justicia, ni acomodo. Es un humorista que no tiene gracia, y que no puede evitar desternillarse con una risa nerviosa que vulcaniza al más firme. Finalmente responderá con una explosión de violencia que será coreada por todos los incomprendidos y alienados del implacable paraíso capitalista. La apabullante interpretación de Joaquin Phoenix potencia durante dos horas el clímax de este drama psicológico, dotándolo de un patetismo, una veracidad, una solidez y sustancia nada comunes en las historias basadas en cómics. 
Ad Astra es una revisión del clásico de Conrad El corazón de las tinieblas: un hijo (Brad Pitt) es enviado en una misión espacial a buscar a su padre (Tommy Lee Jones), a quien no ve desde niño. El padre parece haberse vuelto loco y estar saboteando la supervivencia de una estación orbital y de todo el sistema solar en sí. Una narración introspectiva, con oportunas dosis limitadas de acción impactante, efectos técnicos inclusivos, y muy bien interpretada por Pitt. Muy interesante y digna de recordar, porque quizá sean así los viajes espaciales.

El crack cero, desaparecido nuestro gran Alfredo Landa (detective Germán Areta), viene protagonizada por el estoico y eficiente Carlos Santos. Es un homenaje a la primera historia (El crack, 1981), uno de los más duros relatos de cine negro de producción española. Rodada en blanco y negro, aprovecha tomas del Madrid de la película primigenia y consigue reproducir la misma atmósfera opresiva y claustrofóbica, con un investigador atrapado en la tela de una araña que le supera y amenaza con devorarlo implacablemente. Se repiten los comentarios sobre boxeo, las conversaciones irónicas –esas que siembran la novela barata--, las implicaciones sórdidas de la España profunda en las alcantarillas de un Madrid gris y desconocido. Soporte del relato de Garci y Javier Muñoz es la subcultura que cundió tanto en los años del franquismo y aun de la naciente democracia: la de revista o novela de quiosco, humo de velada pugilística, apuesta de canódromo, charla de barbería, billares o taberna. 
Una Cayetana Guillén Cuervo en el papel de la relaciones públicas Conchita, quien guarda gran parecido, por la caracterización, con otra Concha (Velasco). El crack cero recupera la solvencia y rotundidez de El crack, tras el descenso de la más blanda y ligera El crack dos. Sobresaliente Garci. Una espléndida propuesta.
Parásitos (Bong Joon Ho, 2019), ganó la última edición del Festival de Cannes. Es una tragicomedia coreana de ritmo ágil que cuenta el vertiginoso ascenso y no menos monumental caída de una familia pobre merced a la ingenuidad e imprudencia de otra familia acomodada. El elenco protagonista es soberbio y actúa con eficacia conjunta, convirtiendo el resultado en una obra coral extraordinaria. El veterano Kang-ho Song en la piel de un chófer tan experimentado como cínica es su señora –cocinera y ama de llaves—y su ajustada progenie: el profesor de idiomas y la instructora en arte. ¿Qué harían unos diablos muertos de hambre en ausencia de sus amos? Seguramente lo mismo que el imprudente aprendiz, a solas sin el brujo: conjurar a las escobas y ver espantado cómo estas traen cubos y más cubos de agua, hasta anegar la guarida, sin remedio.
El irlandés (The Irishman, Martin Scorsese, 2019) es una producción Netflix que utiliza la técnica de rejuvenecimiento facial, desarrollada por George Lucas, para que Robert De Niro, Joe Pesci, Al Pacino y otros actores interpreten a sus personajes a lo largo de treinta años. Una historia de mafiosos en la que todos ellos están en su salsa. Parecen nacidos para inmortalizar a los jefes italoamericanos de Cosa Nostra. Scorsese mueve la cámara con su estilo, por escenarios rápidos, espacios múltiples en secuencias breves pero contundentes. Tres horas y media de violencia contenida, mas intensa, sin edulcorantes. El guion cuenta con la participación del autor del relato original, Charles Brandt, quien teoriza sobre la intervención de la mafia en la desaparición del líder del sindicato de transportistas Jimmy Hoffa. El protagonista es el secuaz Frank Sheeran, papel que recae en De Niro, un veterano de la Segunda Guerra Mundial metido a “pintor de paredes”, en el argot del crimen organizado, ejecutor de sentencias de muerte. Sheeran, promovido a una escala intermedia, hace mucha amistad con Hoffa, líder condicionado por los reyes de la extorsión. Cuando estos deciden que Hoffa es alguien incómodo y prescindible, encargan al propio Sheeran que lo elimine. De telón de fondo, el clan Kennedy aupado a la Casa Blanca por doscientos mil votos comprados y luego empeñado hasta las cejas en acabar con la influencia de los padrinos. Misas, ceremonias, homenajes, respeto a la moral, culto a las madres de familia… un ritual vacuo y grotesco mostrado muchas veces, desde los años setenta, por Scorsese y otros realizadores (Coppola, Leone, Levinson, John Huston), y que –se dice por ahí-- hace gracia a los mismos retratados.
La gran mentira (The Good Liar, Bill Condon, 2019) es una historia de estafadores a gran escala y, a la vez, el romántico encuentro de una pareja de maduros (Helen Mirren, Ian McKellen) cruelmente condicionada por las sombras de su pasado. Una trama predecible en lo sustancial, resuelta con brío y con el excelente oficio británico de sus intérpretes protagonistas, que cuenta con una cierta “sorpresa” en lo que a su segunda parte se refiere. Bastante entretenida, aunque nada ligera, sino cruda por momentos.
Midway (Roland Emmerich, 2019; guion de Wes Tooke) ofrece una completa e ilustrativa recreación de lo que significó la Guerra en el Pacífico, desde el ataque japonés a Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941) hasta la revancha norteamericana en la batalla de Midway (4 a 7 de junio de 1942), victoria que cerró el acceso de la armada imperial nipona a la costa oeste de Estados Unidos y obligó a su repliegue sustancial. La cinta, de producción independiente (con capital chino), cuenta con buenas interpretaciones (Ed Skrein, Patrick Wilson, Woody Harrelson, Luke Evans, Brennan Brown, Nick Jonas, Dennis Quaid, Keean Johnson) y unas muy elaboradas secuencias de ataque aéreo realizadas digitalmente por Pixomondo. Más completa que su predecesora de 1976 (La batalla de Midway, Jack Smight), en cuanto que abarca más detalles históricos, su único defecto reside en que la reconstrucción por ordenador la asimila a un videojuego. Pero, si uno se olvida de que está viendo secuencias gráficas, en vez de escenas documentales coloreadas, o simulaciones por pilotos acrobáticos --como antes era lo habitual-, la ilusión funciona y el efecto se consigue. Muy meritoria, en verdad.
Puñales por la espalda (Knives Out, Rian Johnson, 2019) es una comedia que recrea las intrigas detectivescas de Agatha Christie: un viejo caserón, un millonario excéntrico suicidado, una plétora de herederos ambiciosos y ruines. La más honrada, la joven enfermera del viejo, una inmigrante de origen brasileño, rol que recae en la adorable Ana de Armas. Auténtico homenaje y loa a todos los inmigrantes en situación de dudosa legalidad. Desfila un elenco de veteranos: Christopher Plummer, Jamie Lee Curtis, Don Johnson, Frank Oz, Toni Collette… Daniel Craig se mete con tino en el papel de Benoit Blanc, el sagaz detective. Una cinta que esquiva la parodia (Un cadáver a los postres), agradable, simpática y lucida.

© Antonio Ángel Usábel, diciembre de 2019.

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