Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

jueves, 5 de agosto de 2021

Te veré en la carretera.

 “See you down the road” es la despedida que se dirigen los nómadas de Estados Unidos cada vez que cambian de lugar. Son personas que viven en sus furgonetas y caravanas, que subsisten con trabajos esporádicos y temporales, y que se desplazan de un lugar a otro del país. Viven en contacto con la “madre Tierra”, se reúnen en torno a un fuego y se cuentan historias y experiencias vitales. La escritora Jessica Bruder ha contado su realidad. El libro ha sido adaptado a la gran pantalla por la realizadora Chloé Zhao, con el título de Nomadland (2020). Su coproductora y protagonista es Frances McDormand, ganadora del Oscar a la mejor actriz 2021 por su interpretación. La película obtuvo, además, los Oscar al mejor largometraje y a la mejor dirección. Aparte, consiguió otros doscientos treinta galardones más, de distintas asociaciones y festivales.

Nomadland es un maravilloso poema sobre otro mundo que también existe, aunque no pensemos en él. Rodada en estilo documental, cuenta con un elenco mayoritariamente no profesional, constituido por nómadas reales, por cientos de personas que van de un sitio a otro y hacen su vida en las áreas de descanso y en los descampados. El hilo conductor es la historia de Fern, una viuda de sesenta años cuya fábrica de yeso cerró. Ella lio el petate y se echó a la carretera con sus pocas pertenencias. Así conoce a Linda y Dave, y a otros nómadas, cada cual con su sino particular; alguno desahuciado por los médicos y con un cáncer terminal. No forman ni grupos ni comunidades, no son ni beats ni hippies. 

La película transcurre a través del quehacer de la vida cotidiana: unidad empaquetadora de Amazon, limpieza de retretes y de zonas comunes, visitas a lavanderías, estancias en aparcamientos, etc. Los nómadas plantan sus sillas playeras y se ponen a conversar. Tienen también sus líderes, que lanzan sus arengas y defienden su estilo de vida frente al consumismo sedentario. Cuando a Fern se le estropea la furgoneta, ha de pedir un préstamo de más de dos mil dólares a su hermana, con quien tiene poco trato. Cuando Dave (David Strathairn) enferma de diverticulitis, ha de restablecerse en casa de su hijo, a donde quiere llevar a Fern. 

Así, entre charlas y viejas canciones que suenan por la radio, pasan los días y las estaciones. Cambia el paisaje: de las laderas con nidos de golondrina a las escolleras con gaviotas, de las llanuras a las montañas, del secano a la nieve o la escarcha. Los rostros son los mismos --aunque unos y otros van cayendo--, pero el entorno es diferente. Rostros jóvenes y viejos, bisoños y curtidos. Muchos no han de rendir cuentas, ni encontrarán otro refugio, puesto que están solos, como los perros abandonados o los indigentes de los suburbios.

El espectador descubre otro mundo, que está allí afuera. Y queda fascinado por seguir a esta mujer sencilla, que no se queja, que comparte lo suyo, y que esmeradamente repara su vajilla de loza cuando se quiebra contra el suelo. Nomadland cuenta con el poder hipnótico de la cotidianeidad y de la simpleza, con la apoteosis de la sinceridad y el coraje del testimonio.

Si tuviéramos que pensar en antecedentes cinematográficos, nos vendrían a la memoria no pocas películas menores, road movies de cine minoritario. Pero hay uno muy grande, otro hermosísimo filme: Vidas rebeldes (The Misfits, 1961), de John Huston. Sobre todo, por la figura de Perc Howland, el vaquero errante que incorpora Montgomery Clift. Vidas rebeldes transmite la misma sensación de trashumancia, de no parar demasiado en ningún sitio, de ir de aquí para allá, sin un objetivo claro, sin una razón determinada ni única. Y, mientras, sus personajes viven de otro modo, el hoy, y no el mañana, que se hace insustancial e irrelevante. Nadie sabe si al día después seguirá vivo. Nadie apuesta por un porvenir que no se pueda cambiar. Pero queda mucho campo abierto bajo las estrellas.

© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2021.

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