Orson, mago de primera.

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lunes, 9 de septiembre de 2019

La ruleta rusa en el Taj Mahal de Bombay.

Hotel Bombay (Anthony Maras, 2018) es una grata sorpresa, una de las mejores películas de estos últimos veinte años. Coproducida por India, Australia y Estados Unidos, es una reconstrucción de la cadena de atentados islamistas sufrida por la ciudad de Bombay, entre el 26 y el 27 de noviembre de 2008. Un grupo fuertemente armado de juramentados jóvenes perpetraron varios tiroteos y ataques con granadas y explosivos en doce puntos distintos. La Policía quedó pronto desbordada y el ejército y las fuerzas especiales tardaron más de veinticuatro horas en llegar y combatir el caos reinante. Como curiosidad, está el detalle de que nuestra política Esperanza Aguirre consiguió salvar su vida pisando un suelo de sangre y saliendo por una puerta de servicio del Hotel Oberoi Trident.

La acción del filme recrea los hechos acaecidos en el interior del lujoso establecimiento Taj Mahal Palace & Tower, un hotel de cinco estrellas, considerado de los mejores del mundo. Hasta él llega un grupo reducido de asaltantes, quienes se ponen a disparar sus fusiles Kalashnikov indiscriminadamente contra el personal y los usuarios del hotel, matando a bastantes en primera instancia.
El personal superviviente (la mayor parte, con un origen humildísimo), en vez de escapar por las cocinas, decide permanecer, en su mayoría, junto a la hostigada clientela. Para ellos “el cliente es Dios” y deben servirlo y protegerlo hasta sus últimas consecuencias. Un grupo numeroso se refugia primero en un salón comedor, para ser muy hábilmente llevado después al área VIP, de la sexta planta, protegida por una puerta blindada.
Los terroristas, en nombre de “Alá es grande”, registran cada planta y cada habitación, asesinando en el acto a cuantas personas encuentran en su camino. Algunas se refugian en los armarios, otras bajo las mesas o los mostradores. Quien en un primer momento salva su vida, se pregunta si moverse de allí o permanecer escondido en su sitio. Y ahí es donde los espectadores comparten la angustia con las víctimas potenciales del comando. ¿Qué hacer mejor? ¿Salir a otra parte? ¿Quedarse? Es como jugar a la ruleta rusa, y procurar que no se te escape el tiro que te dé en la sien. 
Al mismo tiempo, vemos las justificaciones de los asesinos: los muertos son infieles, los enemigos del Corán; son responsables de la miseria en que han vivido muchas familias por un reparto injusto de la riqueza y la sobreexplotación de Occidente. El fin –para ellos—justifica los medios. Los muertos han de ser una advertencia y el comienzo de una gran venganza. Los miembros del comando saben que, antes o después, caerán abatidos, pero no les importa morir por unos principios y por una razonable cantidad de dinero, en compensación, para cada una de sus familias.
La Policía, mermada en sus efectivos y confusa, ha de intentar parar a los juramentados con armas convencionales: escasas pistolas y fusiles. Los sorprendidos en el hotel tampoco logran reducir a ningún asaltante y hacerse con un AK-47. 
Las interpretaciones son todas completas y excelentes, destacando, sobre todo, Anupam Kher (Oberoi, el Jefe de Cocina), Dev Patel (Arjun), Nazadin Boniadi (Zahra), Amandeep Singh (Imran, uno de los terroristas) y el veterano anglosajón Jason Isaacs (el ruso Vasili).
Hotel Bombay es un drama serio, duro, sin concesiones a una estética comercial, cuya acción no decrece ni un instante, en la línea de títulos como Los gritos del silencio (The Killing Fields, Roland Joffé, 1984), Bajo el fuego (Under Fire, Roger Spottiswoode, 1983), El cazador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978), El año que vivimos peligrosamente (The Year of Living Dangerously, Peter Weir, 1982).
Para los amantes de la ficción documental bien realizada. Magnífica, elocuente en cuanto a los estragos del fanatismo de toda época y lugar, y más que recomendable.
© Antonio Ángel Usábel, septiembre de 2019.
"Hotel Bombay" (Metropoli)

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