Carl Theodor Dreyer fue el Stanley Kubrick danés,
o viceversa, Kubrick emuló a Dreyer en la obsesión perfeccionista de la obra
cinematográfica. La cinematografía como obra de arte donde el realizador plasma
su alma, y esta queda reflejada en ella para siempre.
A Dreyer –periodista, montador,
gestor de una sala de proyección—cada proyecto le podía llevar diez años de
preparación. Alguno, incluso, no llegó a materializarse, como su largometraje
sobre Jesús de Nazaret. No era fácil encontrar financiación para un estilo
personal y cuidado de rodar.
Hay tres obras de Dreyer que
resultan imprescindibles: Dies irae, Ordet (La palabra) y Gertrud.
La primera, sobre la inquisición calvinista y con una formidable interpretación
de Kirsten Andreasen; la segunda, como las Divinas palabras de Valle,
sobre el poder taumatúrgico del lenguaje; y la tercera, una poderosa disección
de una personalidad de mujer.
Gertrud es una película de madurez,
filmada en 1964, con un guion sin división en escenas y aprovechando la técnica
compleja del plano-secuencia. Tanto es así, que al operador se le acababa a
veces la bobina de celuloide cuando la escena aún no había llegado a su final.
Los personajes no se miran cuando hablan, como si permanecieran distantes los
unos de los otros, como presencias fantasmales invasoras en el discurso.
Gertrud es la
personal lectura de Dreyer de Casa de muñecas, de Ibsen. Parte de una
obra teatral del sueco Hjalmar Söderberg, estrenada en 1906. Es la
historia de una mujer madura, Gertrud Kanning (Nina Pens Rode), casada
con un abogado con fuertes aspiraciones ministeriales, Gustav (Bendt Rothe),
que se enamora perdidamente de un joven pianista, Erland (Baard Owe). Por él
está dispuesta a abandonar a su marido, y así se lo confiesa a este. La
decepción llega cuando descubre que Erland es un muchacho de vida libertina,
que ha comprometido seriamente a una mujer mayor que él. El mundo se desmorona
para Gertrud, quien oscila también entre los requiebros amorosos de un antiguo
pretendiente venido de Italia, Gabriel Lidman (Ebbe Rode), y un amigo
desenfadado y divertido, Axel (Axel Strobye).
Gertrud está hecha para el amor,
pero no para uno carnal (como lo quería disfrutar Lidman), sino para uno
idealizado. En la acción parece que todos los hombres solo saben amar
carnalmente a una mujer, sin otra delicadeza que la del contacto físico. Quizá
sean los artistas y los pensadores los únicos que puedan amar en otro plano. El
destino suyo es París, donde Gertrud estudiará Filosofía y Psiquiatría.
Como era frecuente en Dreyer, el
rodaje fue convulso. El director discutía con la actriz Nina Pens Rode sobre el
modo de interpretar su personaje; deseaba que esta permaneciera con un halo de
evanescencia en la mirada, con impasibilidad contenida, algo difícil de
mantener durante toda la filmación. En las escenas junto al lago, Dreyer se
perdía para contemplar el reflejo de los árboles sobre el agua y pensaba en el
procedimiento para captarlo en la película.
El montaje contempla dos
retrospectivas, sobreexpuestas, para diferenciarlas del momento presente, así
como monólogos interiores y autorreflexiones, como la del esposo de la
protagonista (“Hay personas que se pasan toda su vida soñando, mientras que
otras desbordan actividad. La vida se nos escapa lenta e inexorablemente,
independientemente de cómo la vivamos… Guarda bien el tesoro, que Dios te ha
entregado, y no lo dejes escapar. Nunca cuidamos lo suficiente aquello que no
querríamos perder”). Lindman concluye dos veces que los hechos en la vida
nunca suceden a nuestra satisfacción, como los imaginamos. Él continúa
enamorado de Gertrud, pero ella ha perdido el interés en él, y se halla presa
del amor a Erland.
En la película se dice que
hombres y mujeres son incompatibles. El amor de una mujer y el trabajo de un
hombre están reñidos. Si un hombre se enamora, se diluye, se torna ineficaz e
irresponsable. Una concepción muy propia de finales del XIX y comienzos del XX.
Los grandes hombres están obligados a sacrificarse por la patria. El lema que
defiende Gertrud, “Amor Omnia”, el Amor ante todo y sobre todo, no cabe en una
visión pragmática de la realidad.
El deseo termina. Cansa. A veces,
igualmente agoniza el amor. Pero la buena amistad sobrevive, dura para siempre.
Gertrud es feliz a su modo, viviendo sola
en Francia, acompañada de sus recuerdos más dulces y armoniosos, y cultivando
–como con la entrega a una rosa-- su amistad con Axel.
Un drama ejemplar, bellísimo y de
obligada visión. Una obra maestra de Dreyer.
© Antonio Ángel Usábel,
septiembre de 2019.
cabe en una visión pragmática?
ResponderEliminarUn verdadero artista de cine https://peliculasonline4k.net es siempre un artista, incluso en el escenario.
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