Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

martes, 7 de abril de 2020

La otra dimensión de Garabandal.

Garabandal, solo Dios lo sabe es una producción española dirigida por Brian Alexander Jackson (al parecer, seminarista o sacerdote ya), estrenada oficialmente en México en septiembre de 2018, y con una difusión en España muy limitada (enero y febrero de ese mismo año).
No se sabe muy bien por qué los productores, durante esta Semana Santa y hasta el domingo de Resurrección (12 de abril), permiten su visionado libre en la siguiente página oficial:

Se trata de un largometraje modesto, realizado con limitación de medios, y con actores aficionados participando en el reparto. Uno de los promotores del proyecto fue el Padre José Luis Saavedra –autor de una tesis sobre las apariciones en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra--, quien buscó entre conocidos de Toledo los rostros para algunos de los personajes principales: el brigada de la Guardia Civil Juan Álvarez Seco (Fernando García Linares), don Valentín Marichalar, el párroco (Rafael Samino Arjona), Conchita González (Belén Garde García, titulada en Magisterio, y religiosa).
El rodaje se llevó a cabo entre rezo y rezo. Todos los integrantes del equipo son laicos comprometidos con instituciones de la Iglesia católica. Muy en particular con los Siervos/-as del Hogar de la Madre, una organización consagrada presente en distintos lugares (en Zurita, Cantabria, en Jacksonville, Florida, en Belmonte, Cuenca, en Arroyomolinos, Madrid, y en países como Irlanda, Italia y Ecuador). El director de esta película y la protagonista pertenecen a este grupo.
Ni qué decir tiene que esta película pretende reavivar la investigación del Vaticano sobre las apariciones en el pequeño y remoto pueblo cántabro de San Sebastián de Garabandal, en Rionansa. Unas apariciones –presuntamente primero del Arcángel San Miguel, y de la Virgen del Carmen seguidamente-- cuyas principales testigos fueron cuatro niñas de doce y once años de la localidad: Conchita González, Jacinta González, Mari Loli Mazón (fallecida en 2009) y Mari Cruz González. La actante de las visiones fue la primera y mayor, Conchita, quien fue la única que las mantuvo hasta 1965 (comenzaron en junio de 1961). En este tipo de situaciones, siempre hay una actante, una testigo-visionaria principal, que obra en solitario (Lourdes) o bien en compañía de otros videntes secundarios (Fátima). La principal vidente es la que dirige los acontecimientos, y la que más influye siempre en sus compañeros/-as. Es sugestionable y al mismo tiempo tiene un gran poder de sugestión y de convencimiento sobre quienes la secundan. ¿Quiere esto decir que lo visto es todo una invención? No, al menos no en cuanto a montaje malintencionado. Nadie, a día de hoy, puede conocer exactamente qué es lo que ocurre durante una presunta visión celestial. Si es solo un proceso de sobreestimulación mental, si se trata de un fenómeno de histeria grupal, si hay percepciones extrasensoriales, si hay “algo” inexplicable desde un punto de vista racional y científico.

Evidentemente, siempre los mensajes se dirigen contra el materialismo mundano, contra la falta o la falsa espiritualidad, contra la ausencia o pobreza de conversiones, contra los pecados del mundo, y suelen defender la pureza, legitimidad e integridad del dogma católico, desde posiciones ortodoxas.

Las apariciones de Garabandal coinciden en el tiempo (1961) con el plazo que dio la Virgen de Fátima para la revelación y cumplimiento del controvertido “tercer secreto” y con la preparación de un acontecimiento de suma trascendencia en la Iglesia católica: el Concilio Vaticano II (anunciado por el Papa Juan XXIII en enero de 1959). Este Concilio ecuménico fue el primero en defender y potenciar la participación de los fieles laicos en las instituciones eclesiásticas, así como la comprensión, el acercamiento y diálogo con otras religiones. Se acabaron con él las misas en latín y de espalda a los fieles. Se autorizó la lectura de la Biblia en lengua vernácula y su interpretación personal. El sacerdote ya no tenía el poder de la Palabra. La Palabra hablaba a todos y a cada uno de los fieles que se aproximaran a ella. Naturalmente, esta nueva postura de la Iglesia asustó, y mucho, a los más conservadores. En Garabandal, uno de los mensajes supuestos de la Virgen, se refiere a la dispersión y corrupción del clero, no se sabe si por efecto de lo que vendría con el Concilio --la apertura a los laicos--, o si profetiza los casos de abusos sexuales que hemos vivido recientemente en varios países. Otros mensajes aluden a la falta de fe, a la pérdida de paciencia ante los infinitos pecados por parte de Jesucristo (la copa no solo se está llenando, sino que ya rebosa) y a una necesidad urgente de un cambio de actitud merced a una conversión sincera. Es decir, tópicos comunes a casi todas las supuestas apariciones marianas.
En Garabandal, Conchita González fue la portadora de un secreto que debería desvelarse en un futuro, algo muy frecuente también en este tipo de sucesos. Según ella, ocurrirá en Garabandal, un jueves, un milagro que dejará huella permanente sobre el paisaje, sobre los pinos, y que incluso podrá ser contemplado desde otros espacios; el tiempo se detendrá universalmente durante diez o quince minutos y cada persona será consciente de ello. Sucederá a las ocho y media de la tarde, entre los días 6 y 16, bien de marzo, abril o mayo, y coincidiendo con la festividad de un santo mártir vinculado a la Eucaristía. Habrá enfermos que quedarán curados e incrédulos que cobrarán fe.

La Iglesia católica no ha dado respaldo oficial a estos mensajes ni a las mismas apariciones. En 1984, una de las videntes, Mari Cruz González (quien sigue poseyendo una casa en el vecindario), se retractó públicamente de todo lo declarado (v. edición impresa de El País, 17 de junio de 1984). Señaló a la mayor, Conchita, como actante de las visiones, quien sí experimentó un “éxtasis” o algo parecido, y a continuación se lo inculcó a las otras tres niñas. Según Mari Cruz, en Garabandal nunca hubo nada, y las peregrinaciones hacia el lugar carecen de justificación.
Según refiere el entonces brigada D. Juan Álvarez Seco, en informe de 07 de marzo de 1969, Garabandal era un pueblo muy religioso: rezo del Ángelus a las doce del mediodía, del rosario por la tarde, y procesión de farol y campanilla para las oraciones nocturnas. Sin embargo, cuando comenzaron las apariciones hubo quienes sospecharon que a las niñas les daban pastillas. El brigada, muy creyente católico, respaldó la veracidad de las visiones y su testimonio es hoy el principal documento que ha sustentado el guion de la película. Incluso afirma este guardia civil que vio cómo Conchita ascendía en éxtasis horizontalmente desde el suelo de la cocina de su casa durante unos pocos segundos. Quien quiera recordar la escena de levitación de la niña poseída por el demonio en El exorcista, identificará como familiar esta apoteosis.

Las inexactitudes del largometraje de 2018: don Valentín, el párroco, tenía tendencia a la tartamudez (no se muestra así en la ficción); la conversión del Dr. Luis Morales Noriega, afamado psiquiatra de Santander, se deja sin explicar (se debió a que su esposa, enferma de cáncer, y fervorosa creyente, solicitó besar una de las medallas bendecidas por la Virgen, lo cual la reconfortó en gran medida); el Padre Luis María Andréu, jesuita, convencido defensor de lo ocurrido, murió poco después de haber participado él mismo en la visión de un milagro junto a las niñas. No estaba enfermo, era joven (36 años), y se quedó muerto dentro del coche que lo bajaba de Garabandal, a la altura de Reinosa, después de dar gracias al Cielo por haberle permitido saber que después de esta vida hay otra en la cual seremos confortados. Sus palabras textuales parece que fueron estas: “Estoy pleno de dicha. ¡Qué regalo me ha hecho la Virgen! Que suerte tener una madre así en el cielo. No hay que tener miedo a la vida sobrenatural. Las niñas nos han dado ejemplo de cómo hay que tratar a la Virgen. A mí no me cabe duda que lo de las niñas es verdad. ¿Por qué nos habrá elegido a la Virgen a nosotros? Hoy es el día más feliz de mi vida.”

El Padre Luis María Andréu pertenecía a una familia ultracatólica, en la cual todos estaban ordenados.
Algunos ven, o creen ver, o quieren ver. Otros se empeñan en negar cualquier posibilidad de visión. Hay quien piensa que… a lo mejor pudo haber “algo” en Garabandal. Estas diferentes actitudes se dan habitualmente en todo lugar donde se registran apariciones sobrenaturales de matiz místico. Quizá la ciencia física (o la neurofisiológica) consiga explicar algún día qué ocurre exactamente durante este tipo de fenómenos o manifestaciones. Puertas abiertas a una dimensión desconocida, pero posible; o acaso mentes dominantes e hipnóticas. Hasta ese momento, que cada uno crea (o no crea) lo que su conciencia –o su consciencia—le aconseje.
© Antonio Ángel Usábel, abril de 2020.