Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

viernes, 13 de agosto de 2021

La andadura española de "La diligencia".

Stagecoach fue el primer western serio del maestro John Ford. Producido por Walter Wanger, se estrenó el 3 de marzo de 1939 en Estados Unidos. En el guion intervinieron Dudley Nichols y Ben Hecht, y la historia partía de Ernest Haycox, quien a su vez adaptaba, muy libremente, Bola de Sebo, un relato breve de Guy de Maupassant

En esta película se reúnen los dos alicientes por antonomasia de las aventuras en el Oeste americano: el ataque de los indios, y el duelo entre pistoleros. La mayor parte del metraje lo ocupa el avance de una diligencia por territorio apache, durante un tiempo escoltada por la caballería, y la segunda mitad, concebida a manera de epílogo, con un enfrentamiento a muerte de Ringo Kid (John Wayne), el protagonista, con los malhechores que mataron a su padre y a su hermano.

En el interior del vehículo, tirado por seis caballos que se renuevan a lo largo de las paradas de postas, viajan siete personas, seis sentadas y una en el suelo, el pistolero Ringo, quien se suma a la partida en el camino. La clase “respetable” la constituyen una dama embarazada, Lucy, que va a reunirse con su marido militar, un orondo banquero, Gatewood, y un caballero sureño, jugador de cartas, Hatfield (extraordinario John Carradine). La clase media la forman un representante de whisky, Peacock, y un médico alcohólico, al que aquel le viene al pelo, el doctor Boone (Thomas Mitchell). Boone se hace acompañar por una prostituta de buen corazón, Dallas (Claire Trevor). Dallas representa a “los de abajo”, el último escalafón social, con quien la remilgada Lucy rehúsa sentarse, y a quien Hatfield niega un vaso de plata para que beba agua. Lo paradójico es que será gracias a la intervención de esta mujer pública, y al doctor Boone –con fama de bestia irresponsable--, que Lucy salve su vida al tener que dar a luz a su niña durante el peligroso trayecto. 

Es evidente la intención de los autores del guion de poner de relevancia la dignidad de toda persona por encima de prejuicios sociales anticuados, denigrantes y absurdos. Dallas es amiga del doctor Boone y congenia con el otro desclasado, el joven y apuesto Ringo. Ringo le habla de un rancho que posee al otro lado de la frontera, y en seguida Dallas se ilusiona con la idea de encontrar en él un hogar verdadero. Pero teme mucho al enfrentamiento de Ringo con Luke Plummer y sus dos hermanos. Intenta disuadirlo infructuosamente. Además, el comisario Curley, que va en el pescante, vigila a Ringo, al ser un perseguido de la justicia. Ringo debe pagar sus culpas como delincuente que es. Sin embargo, si los viajeros logran llegar con bien a su destino –menos dos de ellos, uno herido y otro muerto--, es por la intrépida determinación de Ringo de saltar sobre los caballos durante la persecución implacable y feroz de los apaches. Una secuencia memorable, que ha pasado a la Historia del Cine, y que se logró por la pericia sin igual del gran especialista Yakima Canutt. Canutt se vio en la tesitura de doblar a un indio que es arrollado, primero, y a Wayne después. Canutt fue quien coordinó, casi veinte años más tarde, la elogiada carrera de cuadrigas de Ben-Hur (William Wyler, 1959).

La diligencia se rodó en Utah, en Monument Valley, un paisaje que sería emblemático para Ford. Allí había una reserva de navajos, que fueron contratados para la filmación, a razón de diez dólares diarios por extra. Ford se felicitaba por haber salvado a aquella tribu de la miseria, al invertir en ella cerca de medio millón de dólares durante los sucesivos rodajes en Monument Valley. Es así que los navajos no autorizaron a ningún otro director para rodar en aquel paraje majestuoso. Ford fue apadrinado por los indios navajos, y hasta aprendió a comunicarse con ellos en su lengua.

La diligencia catapultó a la fama a un actor nada valorado hasta entonces, protagonista de westerns de serie B, John Wayne. Una figura fetiche para Ford. Obtuvo siete nominaciones a los Oscar de 1940 y triunfó en dos categorías: mejor actor secundario (Thomas Mitchell) y mejor banda sonora adaptada. John Ford ganó el premio del Círculo de Críticos Cinematográficos de Nueva York (1939).

La película presenta algunas innovaciones técnicas, como el uso de la cámara dolly en la presentación de Ringo Kid, ligeramente desenfocada; la imagen del techo de la cantina en un contrapicado, cuando entra en ella el comisario Curley (no se mostraron los primeros techos, pues, en Ciudadano Kane, 1941); y la escena del pasillo en penumbra con la puerta iluminada hacia la que camina Ringo, que adelanta la icónica apertura y cierre de otro filme señero de Ford, Centauros del desierto (The Searchers, 1956).

De la factura de David W. Griffith toma Ford la acción fuera de encuadre: se dispara a Hatfield, vemos resbalar su mano con su pistola, pero no lo vemos caer muerto a él. El impacto contra Peacock es sugerido por el silbido de la flecha, mientras la cámara enfoca a Boone.

La diligencia es la primera obra maestra de su director, y cuyo punto de partida es la narración del francés Maupassant, otra pieza maestra aún mejor si cabe, por ser mucho más cáustica e incisiva, publicada en 1880. Bola de Sebo es el sobrenombre de Elizabeth Rousset, una prostituta tierna y afable que, durante la ocupación de su país por los prusianos, viaja en diligencia junto a otras personas. A diferencia de la versión de Nichols y Ford, no cuenta con el apoyo de nadie. Todos la miran con desdén y desprecio, como a un desecho social. A pesar de los malos gestos, de las bocas torcidas y las ácidas murmuraciones, Bola de Sebo comparte sus deliciosas viandas con sus compañeros de viaje. En una de las paradas, los viajeros son retenidos por un oficial, que habla a la mujer y le propone acostarse con él; de lo contrario, no dejará marchar al grupo. En un principio, la indignación crece entre todos, pero pronto cede paso al egoísmo y a la reflexión interesada: a la mujer se le pedirá que, dado su desvergonzado oficio, se sacrifique en loor del grupo. Total un hombre más o menos, no importa. Y el prusiano es un oficial atractivo. Hasta las dos monjas que viajan hablan de los sacrificios de los mártires por una buena causa. El fin, a veces, justifica los medios.

Pagado el tributo carnal, ninguno de los bien abastecidos viajeros conforta a Elizabeth, quien no ha tenido tiempo de llevar ahora su propia comida. El desenlace es acompañado por el demócrata Cornudet con el canto entre dientes de La Marsellesa.

"Bola de sebo", Guy de Maupassant_Audiolibro

Un relato de decidida crítica social. Cómo los pudientes dependen y se valen, en algún momento de sus respetadas vidas, de las personas marginadas y estigmatizadas.

El tema crudo de la mujer que se debe entregar a un hombre para salvar a un grupo es recuperado por Ford en uno de sus últimos filmes, Siete mujeres (Seven Women, 1966).

A menudo, las mujeres son víctimas de los “salvajes” en la obra de Ford; les toca sufrir: Debbie Edwards, una niña, llegará a ser esposa del jefe Cicatriz, en Centauros del desierto; y en Dos cabalgan juntos (Two rode together, 1961), Elena, que fue capturada por los comanches, es la mujer de uno de ellos.

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Vamos a abordar ahora la trayectoria española de La diligencia. La película obtiene la licencia de importación el 2 de diciembre de 1943, es decir, más de cuatro años después de su estreno en su país de producción. Entra en un lote formado por otros tres largometrajes, también norteamericanos. Se paga por ese lote algo más de medio millón de pesetas de entonces, pero no se abona en efectivo, sino que el material se intercambia por películas de nacionalidad española. De este modo, se evita hacer un desembolso de dinero importante, y se da a conocer cine nacional en los Estados Unidos. Hay que considerar que España estaba en reconstrucción después de nuestra Guerra Civil --que acaba el uno de abril de 1939--, y que en Europa se vivía la Segunda Guerra Mundial. Un tiempo muy convulso todavía.

La película, de diez rollos y 2.500 metros, y su guion, se someten a censura el 27 de marzo de 1944. Para ella intervienen, al menos, tres censores: el de Educación popular, el religioso y el militar. Curiosamente, los dos últimos (representantes del clero católico y la milicia) no ponen ninguna objeción ni a la historia ni al largometraje. El sacerdote anota “Nada contrario a la moral” y el militar “Sin reparo”. Ambos autorizan La diligencia para todos los públicos. No hay que cortar escenas. Todo en orden. Sin embargo, el censor político y de Educación popular consigna la rudeza de la historia y los impulsos primitivos de los personajes, si bien los achaca a la época y ambiente en que se desarrolla la acción –el Oeste americano--. Además, como factor positivo señala que el malhechor es castigado, luego actúa la justicia poética que pone a todos en su sitio. No obstante, sí pone reparos respecto de la edad de la audiencia: la autoriza solo para mayores de dieciséis años. Y así queda, con ese rango de no tolerada. 

También se exige a la distribuidora española del filme que traduzca al castellano la presentación del principio, que está en inglés. Esa presentación (supuestamente, un cartel introductorio a la historia) ha desaparecido de la copia actualmente comercializada en España. Los laboratorios Riera estamparon cuatro copias del negativo de la película, con ese prólogo ya traducido. Desconocemos por qué se ha suprimido; acaso por no considerarse muy relevante hoy.

Los otros tres largometrajes importados junto con La diligencia fueron Las aventuras de Tom Sawyer (Norman Taurog, 1938), El forastero (The Westerner, William Wyler, 1940) y El gánster y la bailarina (The House Across The Bay, Archie Mayo, 1940).

© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2021.

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Censura de «La diligencia», filme de John Ford.

Licencia de importación: 417.632

Títulos de las películas: STAGECOACH, THE ADVENTURES OF TOM SAWYER, THE HOUSE ACROSS THE BAY, y THE WESTERNER.

4 duplicados de negativo o copias lavander, bandas sonoras y material propaganda.

Valor: 46.000$ (Ptas. 516.120)

Forma de pago: Intercambio con producción nacional.

País de origen: EE.UU.

Aduana: Barcelona.

Importador: C.E.P.I.C.S.A.

(Avda. José Antonio 31, Madrid)

Exportador: Sr. D. Max R. Borrell.

Cantón Pequeño, 12. La Coruña

Fecha: 2 de diciembre de 1943.

«La diligencia», diez rollos, 2.500 metros.

Informe técnico, político y educación popular.

27 de marzo de 1944.

«Película de tema crudo y pasiones primitivas que se resuelve con el triunfo de la fuerza y donde la justicia se ¿ejecuta? de forma arbitraria y personal. A pesar de ello el ambiente y la época quitan a la película peligrosidad máxime cuando de hecho el criminal queda castigado si bien sea por ese procedimiento primitivo».

Otras consideraciones:

«Autorizada únicamente para mayores de dieciséis años».

(Vocal de Educación popular: camarada Francisco Ortiz).

Informe militar y defensa nacional:

27 de marzo de 1944.

«Sin reparo»

Clasificación: Autorizada.

(Vocal militar: Trinidad Díaz Gómez)


Informe moral y religioso:

27 de marzo de 1944.

«Nada contrario a la moral».

Clasificación: Autorizada.

(Vocal eclesiástico: P. Ramón F. Gascón)


Escenas suprimidas:

«Traducir la presentación de la película que está en inglés».

Documentos censura "La diligencia".


jueves, 5 de agosto de 2021

Te veré en la carretera.

 “See you down the road” es la despedida que se dirigen los nómadas de Estados Unidos cada vez que cambian de lugar. Son personas que viven en sus furgonetas y caravanas, que subsisten con trabajos esporádicos y temporales, y que se desplazan de un lugar a otro del país. Viven en contacto con la “madre Tierra”, se reúnen en torno a un fuego y se cuentan historias y experiencias vitales. La escritora Jessica Bruder ha contado su realidad. El libro ha sido adaptado a la gran pantalla por la realizadora Chloé Zhao, con el título de Nomadland (2020). Su coproductora y protagonista es Frances McDormand, ganadora del Oscar a la mejor actriz 2021 por su interpretación. La película obtuvo, además, los Oscar al mejor largometraje y a la mejor dirección. Aparte, consiguió otros doscientos treinta galardones más, de distintas asociaciones y festivales.

Nomadland es un maravilloso poema sobre otro mundo que también existe, aunque no pensemos en él. Rodada en estilo documental, cuenta con un elenco mayoritariamente no profesional, constituido por nómadas reales, por cientos de personas que van de un sitio a otro y hacen su vida en las áreas de descanso y en los descampados. El hilo conductor es la historia de Fern, una viuda de sesenta años cuya fábrica de yeso cerró. Ella lio el petate y se echó a la carretera con sus pocas pertenencias. Así conoce a Linda y Dave, y a otros nómadas, cada cual con su sino particular; alguno desahuciado por los médicos y con un cáncer terminal. No forman ni grupos ni comunidades, no son ni beats ni hippies. 

La película transcurre a través del quehacer de la vida cotidiana: unidad empaquetadora de Amazon, limpieza de retretes y de zonas comunes, visitas a lavanderías, estancias en aparcamientos, etc. Los nómadas plantan sus sillas playeras y se ponen a conversar. Tienen también sus líderes, que lanzan sus arengas y defienden su estilo de vida frente al consumismo sedentario. Cuando a Fern se le estropea la furgoneta, ha de pedir un préstamo de más de dos mil dólares a su hermana, con quien tiene poco trato. Cuando Dave (David Strathairn) enferma de diverticulitis, ha de restablecerse en casa de su hijo, a donde quiere llevar a Fern. 

Así, entre charlas y viejas canciones que suenan por la radio, pasan los días y las estaciones. Cambia el paisaje: de las laderas con nidos de golondrina a las escolleras con gaviotas, de las llanuras a las montañas, del secano a la nieve o la escarcha. Los rostros son los mismos --aunque unos y otros van cayendo--, pero el entorno es diferente. Rostros jóvenes y viejos, bisoños y curtidos. Muchos no han de rendir cuentas, ni encontrarán otro refugio, puesto que están solos, como los perros abandonados o los indigentes de los suburbios.

El espectador descubre otro mundo, que está allí afuera. Y queda fascinado por seguir a esta mujer sencilla, que no se queja, que comparte lo suyo, y que esmeradamente repara su vajilla de loza cuando se quiebra contra el suelo. Nomadland cuenta con el poder hipnótico de la cotidianeidad y de la simpleza, con la apoteosis de la sinceridad y el coraje del testimonio.

Si tuviéramos que pensar en antecedentes cinematográficos, nos vendrían a la memoria no pocas películas menores, road movies de cine minoritario. Pero hay uno muy grande, otro hermosísimo filme: Vidas rebeldes (The Misfits, 1961), de John Huston. Sobre todo, por la figura de Perc Howland, el vaquero errante que incorpora Montgomery Clift. Vidas rebeldes transmite la misma sensación de trashumancia, de no parar demasiado en ningún sitio, de ir de aquí para allá, sin un objetivo claro, sin una razón determinada ni única. Y, mientras, sus personajes viven de otro modo, el hoy, y no el mañana, que se hace insustancial e irrelevante. Nadie sabe si al día después seguirá vivo. Nadie apuesta por un porvenir que no se pueda cambiar. Pero queda mucho campo abierto bajo las estrellas.

© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2021.