Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

jueves, 7 de julio de 2022

Cuida tu negocio.

Intentar hacer una película biográfica sobre alguien tan grande como Elvis Presley es algo demasiado ambicioso. Demasiadas facetas que abarcar, demasiados estilos y detalles que cuidar, para un proyecto que –de salir bien-- alcanzaría las dimensiones de épico. Elvis ha sido el cantante que ha presentado una mayor variedad de registros: góspel, rock, baladas, villancicos… Y en todo ha destacado, ha sabido brillar con luz propia.

 

Esa variedad le llevó a conquistar, poco a poco, el corazón de público muy diverso, de diferentes generaciones. El rock lo encumbró a líder de la juventud; el espiritual y la música romántica conectaron mejor con la gente de mediana edad. Y se dice que el artificio se debió a un hombre con una visión de negocio increíble: el llamado Coronel Tom Parker. Para algunos seguidores del cantante, el “destructor” del primer y genuino Elvis, el Rey del Rock, el indomable y rebelde joven que con sus movimientos sensuales volvía histéricas a las adolescentes. Siendo Elvis del Sur, y siendo el Sur tan integrista, no hubiera tenido un gran futuro con su estilo electrizante, sobre todo en los medios televisivos. De hecho, pronto se le puso coto, y se exigió que no fuera enfocado de cintura para abajo. Más aún, debería aparecer con traje, perfectamente peinado, y con aspecto de “buen chico”. Ahí fue donde el Coronel Tom Parker comenzó a intervenir de manera decisiva. Disuadió a Elvis de que debía “cuidar el negocio” y hacer caso de las recomendaciones. Además, el servicio militar en Alemania marcó un antes y un después en la trayectoria del astro: moderó al primer Presley dando salida a “otro Elvis” más “para todos los públicos”. De cimarrón pasó a estar domado. Con ello, su mercado creció, porque gustaba más a todos: vendía más discos y protagonizaba más películas. Aunque, muy a su pesar, el Elvis actor se quedó en una pantomima, a medio camino de lo que el divo perseguía: guiones sólidos e interpretaciones dignas de aplaudir y recordar. Le ocurrió algo muy similar al monarca de los “crooners”, Bing Crosby, que solo hacía de cura (aunque lo hacía muy bien, y hasta le valió un Oscar).

Austin Butler, como Elvis Aaron Presley

Elvis, en sus comienzos en Memphis, se encontró en una encrucijada racial. Él había asistido a los ceremoniales del domingo de la gente de color y estaba subyugado y embriagado por su estilo desatado del ritmo, por el dejarse llevar para sentir a Dios dentro. El rhythm & blues de los intérpretes negros y el folk blanco –el country, o su variante animada, el rockabilly-- estuvieron en la génesis del rock and roll. Pero Elvis –o mejor dicho, su nuevo mánager, el Coronel Parker—sabían que no era posible encajar en la sociedad blanca con los ademanes y estilo de los afroamericanos. El rock and roll, además, se tuvo como un género musical sobradamente subversivo, puesto que iba contra las buenas maneras, contra las convenciones éticas y morales. Pronto se pidió que las autoridades intervinieran, vigilando los programas de las emisoras de radio y hasta poniendo en dificultades a los artistas más desafiantes: Chuck Berry fue acusado de proxeneta en 1959; a Little Richard lo hicieron abjurar de sus convicciones tras haberse salvado, por los pelos, de un accidente aéreo; Jerry Lee Lewis se casó con su prima, de catorce años, y fue criticado por ello. Y a todo esto, ¿dónde estaba Elvis? A salvo, en Alemania, cumpliendo dos años de servicio militar. Y pagando religiosamente un millón de dólares anuales, en concepto de impuestos, como buen patriota.

Si hay algo que el Ejército no obró bien por Elvis fue no concederle permiso, durante su instrucción en Fort Hood (Texas), para que visitara a su madre enferma. La amada y reverenciada madre, Gladys, para quien Elvis grabó su primer disco con “My Happiness” –primero en una simple cabina en la calle, y luego en la Sun--, había fallecido cuando el cantante pudo llegar a su lado. Elvis seguía unido a su madre como por un cordón umbilical invisible. El complejo de Edipo persiguió al cantante el resto de su vida: se casó con Priscilla, una mujer diez años más joven que él, siete años después de conocerla en Alemania, porque ella solo tenía entonces catorce años. Divorciado de Priscilla, Elvis no encontró el amor ni la estabilidad con nadie más. Elvis solo se sentía bien –como Sinatra—sobre un escenario, cantando. Ahí era donde se entregaba totalmente, con su voz prodigiosa, inmortal, mucho más fornida y potente que la de sus rivales en la música de su tiempo.

Elvis (2022), el largometraje de Baz Luhrmann, con guion del propio realizador y de Sam Bromell y Craig Pearce, no descubrirá nada nuevo a los fans de la estrella. Es más, hasta oculta detalles: su debut en Sun Records el 6 de julio de 1954 para grabar sus primeros discos comerciales; su amistad con los músicos acompañantes que entonces le asignaron, como Scotty Moore y Chet Atkins (el guitarrista supervisor de todas las grabaciones del astro); su debut en televisión en el programa de los hermanos Dorsey; su aparición en los shows de Ed Sullivan y de Frank Sinatra (con un Presley ya perfectamente “integrado” y domesticado); las manías del cantante de despertar a su piloto de vuelo a las tantas de la madrugada para irse a degustar una hamburguesa o un sándwich de crema de cacahuete en tal sitio; su generosidad al regalar Cádillacs a personas que nunca podrían comprarse uno; su entretenimiento grabando maquetas en su estudio privado de Graceland; su encuentro con los Beatles; su diversión junto a su chimpancé amaestrado, Scatter, el “bufón de la corte”, etc.

Sin embargo, el Elvis de Luhrmann sí nos muestra bien su dilema musical, la disyuntiva de ser fiel a los comienzos roqueros o asumir un cambio de rumbo. El Elvis provocador que terminó cantando –y esto no es desmerecer del todo—como Frank Sinatra, Dean Martin o Bing Crosby. Hay dos momentos de la película verdaderamente sublimes: la grabación del Elvis, Come Back –el especial de las Navidades de 1968—y los conciertos sobre el gran escenario del Hotel Internacional de Las Vegas. En aquel mítico show de televisión para NBC, Elvis quiso estar junto a su público, improvisando, como si se tratara de una jam de jazz. Armado con su guitarra y secundado por sus músicos más fieles, grabó los mejores minutos de su carrera. En cuanto a los shows en Las Vegas, es donde Austin Butler imita mejor al Rey, su paroxismo, su vuelo en hipogrifo violento hacia las estrellas; un Elvis que ya tiende a engordar, que roza los 110 kilos, que es una máscara de sudor y que se consume cada noche sin desvanecerse nunca. El Suspicious Minds es una gozada, el Elvis de los 70 en estado de Gracia.

 


En cuanto al acontecimiento más deslumbrante y apoteósico de Presley, su concierto Aloha from Hawaii, del 14 de enero de 1973, visto en directo, vía satélite, por mil quinientos millones de personas, solo unos quince segundos le dedica Luhrmann, quizá porque en el mismo Estados Unidos solo pudo verse en diferido, a través de la NBC, el 4 de abril de ese año. Las razones eran dos: no interferir con la Super Bowl VII, ni con la exhibición en cines del documental Elvis on tour.

Tom Hanks, como el Coronel Tom Parker.

Luhrmann efectúa una realización correcta, dando mucho brío al filme, y huyendo de la estética kitsch de otras producciones anteriores, como Moulin Rouge (2001). Austin Butler interpreta con confianza al astro Rey de Memphis, pero mucho mejor en la segunda parte y con ayuda del maquillador. Tom Hanks en el papel del Coronel Tom Parker es, sin duda, una de las grandes bazas de la película. Hanks está espléndido. Parker fue quien hizo al Elvis que conocemos, al cantante versátil, al mal actor, al increíble --por lo lucido—showman. Si el lema de Elvis era Take Care of Your Business (Cuida tu negocio), eso era algo que, en realidad, el de Tupelo dejó en manos del llamado “Coronel”. Elvis se dejó llevar por la destreza y el olfato de Parker para los negocios. Y acaso fue un hecho que no le perjudicó: porque ¿cuánto hubiera durado Presley en la estela del rock and roll? ¿más, igual, o menos, que sus contemporáneos de escenario? No lo sabremos jamás. Pero si el cometa Elvis rompió el firmamento con That’s Old Right, Mama y Heartbreak Hotel, lo engrandeció con An American Trilogy, My Way, y el sonido incoloro de sus hondos espirituales.

 © Antonio Ángel Usábel, julio de 2022.

 [Fuente de consulta: Elvis Presley. La historia del Rock & Roll, de Jordi Sierra i Fabra, Barcelona, Círculo de Lectores, 1986]