En buenas manos (Pupille, Francia, 2018)
es una película testimonial de la realizadora Jeanne Herry, hija de Miou-Miou y de Julien Clerc, que quiere dar a
conocer todo el largo y complicado proceso para encontrar una familia de
acogida a un bebé abandonado. También un claro alegato contra el aborto, pues
la madre de la criatura, una joven estudiante universitaria, decide seguir
adelante con su gestación para luego dar la oportunidad a su hijo de vivir
junto a otros padres. No mata a su hijo, sino que renuncia a él y lo entrega en
adopción. Un ejemplo de valentía que deberían emular otras muchas mujeres que
no desean criar a sus futuros niños. Las criaturas no tienen ninguna culpa de
venir al mundo; además, una vez que están en camino, tienen derecho a completarlo
y a contar con su oportunidad de ser personas.
El largometraje explora en las
experiencias de las trabajadoras sociales y de la primera candidata a madre. Un
papel fundamental recae en un cuidador, un hombre, Jean, magistralmente
interpretado por Gilles Lellouch,
quien ha de hacerse cargo del pequeño Theo hasta que se decida entregarlo a una
persona determinada. El bebé pasa momentos de falta de afecto, en los que le
cuesta fijar la atención en alguien o en algo en particular. Su madre ni
siquiera quiso sostenerlo en sus brazos cuando nació, y ya sabemos lo
trascendental que es para un bebé “sentir a su madre genuina”, escuchar latir
su corazón, oír su voz, oler su cuerpo. Un recién nacido identifica a su
progenitora y se siente ligado a ella.
Poco a poco, con el esfuerzo muy
paciente de Jean, Theo va superando esas carencias y se va abriendo al mundo. La cinta detalla las circunstancias que afectan expresamente a Theo, sin olvidar las vicisitudes personales de su futura madre Alice. No es la historia de una pareja sin hijos que desea adoptar (Serenata nostálgica, George Stevens, 1941), sino un procedimiento de adopción completo.
El guion muestra, así mismo, la
complejidad de las relaciones humanas y de pareja de nuestros tiempos: vínculos
que se deshacen impredeciblemente, casi por la fuerza de la gravedad, y otros
que ni la fuerza de los huracanes tuerce ni tumba.
Las familias monoparentales encuentran
su asertividad en el mundo de hoy, en respuesta lógica a ese retroceso del
núcleo parental tradicional. Es como si el átomo se fisionara, pero la reacción
quedara bajo control.
Una película con buen ritmo, bonita,
de diáfana fotografía (Sofian El Fani), con una valiosa interpretación coral mayoritariamente
femenina (Élodie Bouchez, Sandrine Kiberlain, Clotilde Mollet, Anne Suarez, Stéfi
Celma).
No se alzó con los César, pero
consiguió tres premios meritorios: el Lumière a la mejor actriz (Élodie
Bouchez) y el Bayard de Oro a la mejor intérprete (Élodie Bouchez) y al mejor
guion (Jeanne Herry).
© Antonio Ángel Usábel, mayo de
2019.
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