Una expresión que quiere decir no
me vengas a contar lo que ya sé. Y ya sabemos lo que le puede pasar a toda
persona que se presta a transportar droga de un sitio a otro. Las primeras
veces puede salir indemne. Pero, más pronto o más tarde, terminará siendo
identificado y entonces habrá de afrontar las consecuencias.
Horticultor es el personaje de Clint Eastwood en su último largometraje, Mula (The
Mule, 2018), de nuevo, una soberbia, suculenta lección de cine, de cómo
rodar una historia sin que esta decaiga en ningún momento. Basada en un reportaje de prensa ("The Sinaloa Cartel's 90-Year Old Drug Mule", de Sam
Dolnick para The New York Times Magazine),
Mula
cuenta los avatares de un anciano, Earl Stone, reñido con su hija y con su
exesposa, que se niega a ofrecer sus flores por Internet. El resultado de no
acomodarse a los nuevos tiempos es ir a la quiebra. Le embargan casa y negocio,
y entonces el viejo acepta un convenio, que le viene inesperado, para
transportar fardos de cocaína en su veterana furgoneta. A Tata, como lo llaman, se le da bien pasar desapercibido con su
droga por esas carreteras de Dios. Nunca ha tenido un percance, una sola multa.
Cada vez los sobres con dinero son más abultados y no le caben casi en la
guantera de su vehículo.
El viejo prospera. Se compra
furgoneta nueva y hasta dona dinero para que no cierre un local de veteranos.
Su familia parece contenta con esa prosperidad, aunque no sabe por qué está en
la cumbre de su buena fortuna, como reza el Lazarillo.
Mas pronto escapa del trueno para
dar en el relámpago. La policía estrecha el cerco a los traficantes, y las “mulas”
(los correos de droga) empiezan a tenerlo más difícil. El mundo del tráfico de
drogas es, además, altamente inestable: nadie es tu amigo, y de una escoba se
puede escapar un tiro.
Mula es de las mejores películas
de esta temporada. Ausente de los Oscar, es sólida, emocionante, y cada
secuencia está filmada como le gusta a Eastwood: como si fuera la más
indispensable de todo el guion. El reparto es el adecuado, con una composición
coral que hoy se está imponiendo en Hollywood. Destaca la omnipresencia del
propio Eastwood, ya que es el centro de lo narrado en pantalla. Junto a él, Dianne Wiest, una habitual de Woody
Allen.
Ojalá no sea, todavía, el
testamento cinematográfico de este ejemplar realizador. Que podamos seguir
disfrutando de sus filmes y que nos continúe ofreciendo su gran cine.
© Antonio Ángel Usábel, marzo
de 2019.
"Mula"_Clint Eastwood_Metropoli.
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