Garabandal, solo Dios lo sabe es una
producción española dirigida por Brian Alexander Jackson (al parecer,
seminarista o sacerdote ya), estrenada oficialmente en México en septiembre de
2018, y con una difusión en España muy limitada (enero y febrero de ese mismo
año).
No se sabe muy bien por qué los
productores, durante esta Semana Santa y hasta el domingo de Resurrección (12
de abril), permiten su visionado libre en la siguiente página oficial:
Se trata de un largometraje
modesto, realizado con limitación de medios, y con actores aficionados
participando en el reparto. Uno de los promotores del proyecto fue el Padre
José Luis Saavedra –autor de una tesis sobre las apariciones en la Facultad de
Teología de la Universidad de Navarra--, quien buscó entre conocidos de Toledo
los rostros para algunos de los personajes principales: el brigada de la
Guardia Civil Juan Álvarez Seco (Fernando García Linares), don Valentín
Marichalar, el párroco (Rafael Samino Arjona), Conchita González (Belén Garde
García, titulada en Magisterio, y religiosa).
El rodaje se llevó a cabo entre
rezo y rezo. Todos los integrantes del equipo son laicos comprometidos con
instituciones de la Iglesia católica. Muy en particular con los Siervos/-as del
Hogar de la Madre, una organización consagrada presente en distintos lugares
(en Zurita, Cantabria, en Jacksonville, Florida, en Belmonte, Cuenca, en
Arroyomolinos, Madrid, y en países como Irlanda, Italia y Ecuador). El director
de esta película y la protagonista pertenecen a este grupo.
Ni qué decir tiene que esta
película pretende reavivar la investigación del Vaticano sobre las apariciones
en el pequeño y remoto pueblo cántabro de San Sebastián de Garabandal,
en Rionansa. Unas apariciones –presuntamente primero del Arcángel San Miguel, y
de la Virgen del Carmen seguidamente-- cuyas principales testigos fueron cuatro
niñas de doce y once años de la localidad: Conchita González, Jacinta González,
Mari Loli Mazón (fallecida en 2009) y Mari Cruz González. La actante de las
visiones fue la primera y mayor, Conchita, quien fue la única que las mantuvo
hasta 1965 (comenzaron en junio de 1961). En este tipo de situaciones, siempre
hay una actante, una testigo-visionaria principal, que obra en solitario
(Lourdes) o bien en compañía de otros videntes secundarios (Fátima). La
principal vidente es la que dirige los acontecimientos, y la que más influye
siempre en sus compañeros/-as. Es sugestionable y al mismo tiempo tiene un gran
poder de sugestión y de convencimiento sobre quienes la secundan. ¿Quiere esto
decir que lo visto es todo una invención? No, al menos no en cuanto a montaje
malintencionado. Nadie, a día de hoy, puede conocer exactamente qué es lo que
ocurre durante una presunta visión celestial. Si es solo un proceso de
sobreestimulación mental, si se trata de un fenómeno de histeria grupal, si hay
percepciones extrasensoriales, si hay “algo” inexplicable desde un punto de
vista racional y científico.
Evidentemente, siempre los
mensajes se dirigen contra el materialismo mundano, contra la falta o la falsa
espiritualidad, contra la ausencia o pobreza de conversiones, contra los
pecados del mundo, y suelen defender la pureza, legitimidad e integridad del
dogma católico, desde posiciones ortodoxas.
Las apariciones de Garabandal
coinciden en el tiempo (1961) con el plazo que dio la Virgen de Fátima para la
revelación y cumplimiento del controvertido “tercer secreto” y con la
preparación de un acontecimiento de suma trascendencia en la Iglesia católica:
el Concilio Vaticano II (anunciado por el Papa Juan XXIII en enero de 1959).
Este Concilio ecuménico fue el primero en defender y potenciar la participación
de los fieles laicos en las instituciones eclesiásticas, así como la
comprensión, el acercamiento y diálogo con otras religiones. Se acabaron con él
las misas en latín y de espalda a los fieles. Se autorizó la lectura de la
Biblia en lengua vernácula y su interpretación personal. El sacerdote ya no
tenía el poder de la Palabra. La Palabra hablaba a todos y a cada uno de los
fieles que se aproximaran a ella. Naturalmente, esta nueva postura de la
Iglesia asustó, y mucho, a los más conservadores. En Garabandal, uno de los
mensajes supuestos de la Virgen, se refiere a la dispersión y corrupción del
clero, no se sabe si por efecto de lo que vendría con el Concilio --la apertura
a los laicos--, o si profetiza los casos de abusos sexuales que hemos vivido
recientemente en varios países. Otros mensajes aluden a la falta de fe, a la
pérdida de paciencia ante los infinitos pecados por parte de Jesucristo (la
copa no solo se está llenando, sino que ya rebosa) y a una necesidad urgente de
un cambio de actitud merced a una conversión sincera. Es decir, tópicos comunes
a casi todas las supuestas apariciones marianas.
En Garabandal, Conchita
González fue la portadora de un secreto que debería desvelarse en un
futuro, algo muy frecuente también en este tipo de sucesos. Según ella,
ocurrirá en Garabandal, un jueves, un milagro que dejará huella permanente
sobre el paisaje, sobre los pinos, y que incluso podrá ser contemplado desde
otros espacios; el tiempo se detendrá universalmente durante diez o quince minutos
y cada persona será consciente de ello. Sucederá a las ocho y media de la
tarde, entre los días 6 y 16, bien de marzo, abril o mayo, y coincidiendo con
la festividad de un santo mártir vinculado a la Eucaristía. Habrá enfermos que
quedarán curados e incrédulos que cobrarán fe.
La Iglesia católica no ha dado
respaldo oficial a estos mensajes ni a las mismas apariciones. En 1984, una de
las videntes, Mari Cruz González (quien sigue poseyendo una casa en el
vecindario), se retractó públicamente de todo lo declarado (v. edición impresa
de El País, 17 de junio de 1984). Señaló a la mayor, Conchita, como
actante de las visiones, quien sí experimentó un “éxtasis” o algo parecido, y a
continuación se lo inculcó a las otras tres niñas. Según Mari Cruz, en Garabandal
nunca hubo nada, y las peregrinaciones hacia el lugar carecen de justificación.
Según refiere el entonces brigada
D. Juan Álvarez Seco, en informe de 07 de marzo de 1969, Garabandal era
un pueblo muy religioso: rezo del Ángelus a las doce del mediodía, del rosario
por la tarde, y procesión de farol y campanilla para las oraciones nocturnas.
Sin embargo, cuando comenzaron las apariciones hubo quienes sospecharon que a
las niñas les daban pastillas. El brigada, muy creyente católico, respaldó la
veracidad de las visiones y su testimonio es hoy el principal documento que ha
sustentado el guion de la película. Incluso afirma este guardia civil que vio
cómo Conchita ascendía en éxtasis horizontalmente desde el suelo de la cocina
de su casa durante unos pocos segundos. Quien quiera recordar la escena de
levitación de la niña poseída por el demonio en El exorcista,
identificará como familiar esta apoteosis.
Las inexactitudes del
largometraje de 2018: don Valentín, el párroco, tenía tendencia a la tartamudez
(no se muestra así en la ficción); la conversión del Dr. Luis Morales Noriega,
afamado psiquiatra de Santander, se deja sin explicar (se debió a que su
esposa, enferma de cáncer, y fervorosa creyente, solicitó besar una de las
medallas bendecidas por la Virgen, lo cual la reconfortó en gran medida); el
Padre Luis María Andréu, jesuita, convencido defensor de lo ocurrido, murió
poco después de haber participado él mismo en la visión de un milagro junto a
las niñas. No estaba enfermo, era joven (36 años), y se quedó muerto dentro del
coche que lo bajaba de Garabandal, a la altura de Reinosa, después de dar
gracias al Cielo por haberle permitido saber que después de esta vida hay otra
en la cual seremos confortados. Sus palabras textuales parece que fueron estas:
“Estoy pleno de dicha.
¡Qué regalo me ha hecho la Virgen! Que suerte tener una madre así en el cielo.
No hay que tener miedo a la vida sobrenatural. Las niñas nos han dado ejemplo
de cómo hay que tratar a la Virgen. A mí no me cabe duda que lo de las niñas es
verdad. ¿Por qué nos habrá elegido a la Virgen a nosotros? Hoy es el día más feliz
de mi vida.”
El Padre Luis María Andréu pertenecía a una
familia ultracatólica, en la cual todos estaban ordenados.
Algunos ven, o creen ver, o quieren ver.
Otros se empeñan en negar cualquier posibilidad de visión. Hay quien piensa
que… a lo mejor pudo haber “algo” en Garabandal. Estas diferentes actitudes se
dan habitualmente en todo lugar donde se registran apariciones sobrenaturales
de matiz místico. Quizá la ciencia física (o la neurofisiológica) consiga
explicar algún día qué ocurre exactamente durante este tipo de fenómenos o
manifestaciones. Puertas abiertas a una dimensión desconocida, pero posible; o
acaso mentes dominantes e hipnóticas. Hasta ese momento, que cada uno crea (o
no crea) lo que su conciencia –o su consciencia—le aconseje.
© Antonio
Ángel Usábel, abril de 2020.
....... otras DI-MEN-SI-O-NES son posibles. Lo que es posible se las MA-NI-PU-LA-SE para "algunos trances" l por el clero ULTRA y seglares "meapilas" que PRESIONABAN a las niñas ; en concreto a la mayor Mª Concepción Glez. Las niñas y sus familiares NO tuvieron atención Psicológica y derivaron a ser manipuladas por sacerdotes, médicos, personajes del "régimen" y medios que controlaban. Fue básico el personaje estadounidense Joe L. con su NE-GO-CIO. Actualmente la parte de la Iglesia "ultra" maneja sus hilos de influencia en el tema.
ResponderEliminar