CEPICSA fue una pequeña productora fundada por dos hermanos gallegos falangistas, que pertenecía a un influyente empresario y financiero, Pedro Barrié de la Maza (director, durante más de treinta años, del Banco Pastor). En 1994, su almacén, cargado de centímetros de polvo y suciedad, fue registrado por Ramón Rubio, conservador de Filmoteca Española. En un altillo dio con una lata de celuloide y, en su interior, se hallaba una copia del filme Rojo y Negro, estrenado en un lejanísimo 1942. El director y guionista de este largometraje fue el igualmente falangista Carlos Arévalo Calvet, también escultor.
El mérito de esta película estriba en contar una historia del Madrid republicano desde el punto de vista de la Falange, pero evitando los maniqueísmos y respetando la hondura humana de sus protagonistas. El guion, al igual que Romeo y Julieta, o que Los cuatro jinetes del Apocalipsis, denuncia cómo las ideologías y las guerras (ya sean habidas estas entre clanes familiares, o de alcance general) separan trágicamente a personas que siempre se habían tratado, respetado y amado, incluso.
Rojo y Negro cuenta la relación de amor / amistad entre Luisa y Miguel, quienes se conocen desde niños. Sin embargo, ya en su espíritu infantil anida una distinta concepción de la vida: la pequeña Luisa aplaude y se enorgullece de ver desfilar a los soldados destinados a morir en Annual, en 1921. Para ella, van a la lucha a vengar a sus hermanos de sangre. El pequeño Miguel se muestra escéptico y no comprende la razón de ese sacrificio. Cuando crezca, Luisa se afiliará a la Falange; Miguel, a un partido de izquierdas. Con todo, no son personas que esgriman ningún tipo de extremismo; viven con sus ideas, pero con serenidad. A ambas las sorprende la contienda civil en un Madrid claustrofóbico, barrido por los chequistas que peinan los distritos en busca de los facciosos. A casa de la madre de Luisa llega uno de ellos, perseguido. Este se ha dejado un revólver oculto en su casa, y la aguerrida Luisa va a recogerlo. Es una mujer intrépida, valiente. Con ánimo de saber de la suerte de un camarada, se hace pasar por cenetista y se presenta en la checa del convento de las Adoratrices. No obstante, despierta la desconfianza del jefe del grupo, quien la hace seguir. Descubierta su farsa, Luisa es detenida, ultrajada y llevada a la checa del Ministerio de Fomento. Su madre avisa desesperada a Miguel, quien intenta dar con ella y que la liberen. Pero es demasiado tarde: en una pradera de Carabanchel, yacen tétricamente esparcidos los cuerpos de los represaliados durante la noche. Entre ellos, está el cadáver de Julieta, o de Luisa.
Romeo / Miguel, enfrentado a su desgarradora crisis de identidad, toma entonces una decisión drástica, que lo acerca aún más al lacrimoso desenlace de Shakespeare.
Una falangista resignada a su suerte, y un izquierdista con corazón. Difícil fórmula para que la cinta contara con el decidido respaldo del régimen. Rojo y Negro estuvo en cartel, en el cine Capitol de Madrid, del 25 de mayo al 14 de junio de 1942. Luego desapareció del circuito comercial español, y solo pudo verse en la Alemania nazi, en pases muy medidos.
Para construir eficazmente el personaje de su protagonista femenina, el director contó con una actriz, hoy olvidada, pero entonces de repercusión internacional: Conchita Montenegro. María de la Concepción Andrés Picado era una modelo y bailarina donostiarra, nacida en 1911. Tenía una hermana, Juanita, que llegó a hacer pareja artística con ella. En la década de 1920, Conchita probó suerte en el cine francés. En 1930, marchó a Hollywood y allí consiguió labrarse una posición que, sin embargo, no duró mucho. Amante de Leslie Howard y amiga de Charles Chaplin, volvió a España y se casó, en segundas nupcias, con el diplomático falangista Ricardo Giménez-Arnau. Seguidamente, se retiró de la actuación. Falleció en abril de 2007, en Madrid, a longeva edad.
Mujer de facciones duras, y de porte aristocrático, era ideal para dar credibilidad al personaje de Luisa. Ella, y no tanto Miguel (interpretado por un Ismael Merlo siete años más joven), constituye el eje vertebral de la película, una heroína no pretendida, sino fugaz, sobrevenida.
Los “malos” son los cenetistas, los encargados de varias checas donde se hace hablar a los detenidos. Son gente que de verdad cree en lo que hace: adorar, por unos ideales de paraíso en la Tierra, la hoz y el martillo, en el lugar donde antes había un crucifijo. Falangistas y comunistas, en realidad, pretendían objetivos en cierto modo similares: luchar por la justicia social, aquellos sin renegar de los privilegios de clase (la propiedad) ni de la religión, estos aboliendo toda propiedad privada y todo pensamiento trascendente. Ambos bandos, empero, invadiendo y haciendo suya tanto la esfera de la conciencia individual, como la libertad de decisión.
En algunos diálogos, Luisa acusa a los izquierdistas ante Miguel de violentos. Sin embargo, ella misma rescata una pistola de casa de otro falangista. Señal de que la violencia estaba extendida y era común a ambas partes. No obstante, el aspecto de alguno de los prisioneros falangistas no puede ser más angelical, más puro y transparente, lo cual lo distancia de la fisonomía más bien burda y tosca de sus captores. Era gente “con clase”, con marchamo de rango señorial, que reluce y no puede esconderse, porque brilla en la oscuridad.
El personaje de Luisa niña, tiene esa inclinación a cierta vena sádica: en la Casa de Campo, a solas con Miguel, le tiende un alfiler para que se pinche con él y así comprobar su resistencia al dolor. Luisa le restaña la punción en el muslo con su propia saliva. Quizá sea la bruma de la futura heroína.
En toda batalla ideológica, muere la libertad. Cada vida es de quien tiene la fuerza. Rojo y Negro es una película testimonial sobre nuestra Guerra Civil, que hubiera merecido, ayer y hoy, mucha mejor fortuna. Rodada con esmero, con algún traspiés de tarasca barroca (los sobreimpresionados) y un pionero plano de escenario múltiple grandilocuente (Fomento visto por dentro), habla de personas que no pueden ser ellas mismas --simplemente seres humanos--, porque no les dejan, porque han de funcionar como marionetas de quienes parecen construir la Historia de un país.
© Antonio Ángel Usábel, octubre de 2024.