Sweet Charity fue un musical estrenado en Broadway en 1966, que partía del guion de Las noches de Cabiria, de Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli y Pier Paolo Pasolini. La historia pretendía poner rostro humano a la prostitución, mostrando a una señorita de compañía sumamente ingenua que busca el amor verdadero. Los hombres con los que topa no la merecen, pues, o son banales, o incluso se aprovechan de ella una y otra vez.
El musical de Broadway contó con
la participación de Neil Simon y de Bob Fosse. La partitura se
debió a Cy Coleman, y las letras a Dorothy Fields. Algún tiempo después,
Universal Pictures quiso llevarlo a la pantalla, y consintió que el mismo
coreógrafo Bob Fosse –sin ninguna experiencia previa tras las cámaras—adaptara
y dirigiera el largometraje. Fosse ya había participado en algunos rodajes,
como bailarín, pero sin destacar especialmente (no en la línea de Fred Astaire,
Gene Kelly, o Donald O´Connor). Peter Stone pulió el libreto de Simon. Para actriz
protagonista se eligió a Shirley MacLaine, y no a la esposa de Fosse, Gwen
Verdon, quien fue quien estrenó el papel. El director de fotografía fue el
extraordinario veterano Robert L. Surtees y el rodaje se extendió
durante doce semanas, incluyendo escenarios naturales de la ciudad de Nueva
York. El estreno original fue el 14 de febrero de 1969. En España se estrenó
con el extravagante título de Noches en la ciudad.
Las noches de Cabiria (1957) era la
historia amarga de la prostituta que desea redimirse, sin conseguirlo. Sweet
Charity suaviza el desempeño: no presenta, exactamente, a una hetaira,
sino a una bailarina de un club de alterne. De las tres virtudes teologales, la
infeliz lleva dos en el nombre: Esperanza y Caridad. Como si se pretendiera
probar la doctrina protestante de la predestinación, la protagonista parece
haber nacido con el estigma de dedicarse a la cura del sentimiento, pero sin
posibilidad de encontrar el amor. Baila con hombres que pagan para ello,
escucha sus penas, tal vez les dirige unas palabras consoladoras de fingido
cariño. En el fondo, es la confesora que necesita ser consolada, redimida,
rescatada de tanto infortunio y desamparo. Lleva consigo mucho amor, pero no
encuentra a quién ofrecerlo. La soledad la corroe por dentro, la aprisiona, y
su trabajo la desespera y hastía.
Colores y glamour sicodélicos,
como es propio del aire atestado de humo de marihuana de los sesenta y setenta.
Fortaleza y osadía de los rojos, amarillos, verdes y azules. Un mundo que
disfraza su decadencia con soflamas de paz y amor, que hace que se lleven
margaritas en las manos y guirnaldas en la cabeza, con esa juventud --divino
tesoro--, que camina a ninguna parte, atrapada en el horizonte de sucesos de un
agujero negro.
MacLaine conmueve, hace de
Charity Hope Valentine una mujer muy humana, deseosa de entrega a su Príncipe
azul. Se desenvuelve con soltura en los números musicales, perfectamente
flanqueada por las carismáticas Paula Kelly, Suzanne Charny y Chita Rivera.
John McMartin –actor sumamente soso--cumple sin más como el dubitativo Óscar, y
Ricardo Montalban destaca en un simpático rol de actor decadente, soltero,
mujeriego, y señor de una mansión estrafalaria repleta de objetos de lujo. La
estrella Sammy Davis Jr. se deja ver en un único número, y Ben Vereen pone,
también, su granito de arena.
© Antonio Ángel Usábel, julio
de 2025.
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